INFORMACIÓN DESCONOCIDA RESPECTO A LOS BANÎ ISRÂ’ÎL

Y LA HISTORIA DE LA VIDA DE UN GRUPO DE REYES

 Ibn ‘Abbas relata: -Un hombre devoto llamado Barsîsâ vivía entre los Hijos de Israel. Él curó un gran número de enfermos y desequilibrados, regresándolos a una vida normal. En una ocasión unos hermanos trajeron ante él a su hermana que había perdido el juicio. La hermosura de la muchacha provocó que Barsîsâ se enamorara y durmiese con ella. Cuando el estado de embarazo de la muchacha comenzó a notarse, el hombre devoto la asesinó y luego la enterró. El Demonio aprovechando la situación informó a los hermanos de lo sucedido. El rey y la gente pidieron una explicación a Barsîsâ, y al confesar éste su falta decidieron ahorcarlo. En los últimos minutos el Demonio vino a ver a Barsîsâ y le dijo: “¡Si deseas que te salve, prostérnate ante mí!” El devoto con las manos atadas preguntó: “¿Cómo puedo prosternarme ante ti cuando mis manos están amarradas?” Nuevamente el Demonio le dijo: “Es suficiente una señal de tu parte para que obtengas tu salvación”. Poco después de que Barsîsâ se prosternó ante el Demonio, ¡fue ahorcado ante las aclamaciones de toda la gente! El Sagrado Corán respecto al devoto de Banî Isrâ’îl y su siniestro destino dice: “Como aquellos un poco antes de ellos, probaron las malas consecuencias de su conducta, y para ellos hay un castigo penoso” (Al Hashr, 59:16)[1]

 En la obra Qisâs Râwandî está registrada una narración de Imâm Bâqir (P) que dice: -Un devoto llamado Yarîh era miembro de la comunidad de los Banî Isrâ’îl. En una ocasión su madre que necesitaba algo vino a verlo empero él, que se encontraba realizando la oración, no respondió a lo solicitado por ella. Esto se repitió en otra ocasión, entonces su madre irritada maldijo a su hijo deseando que fuese deshonorado ante la gente. Al siguiente día una mujer corrupta que sufría los dolores del parto se dirigió hacia el monasterio de Yarîh y dijo que el hijo que llevaba en sus entrañas era de él. Esta noticia se expandió rápidamente entre los Hijos de Israel, hasta que el rey ordenó que lo ahorcaran. La madre de Yarîh que se encontraba entre la gente lloraba y se pegaba en la cara. El devoto de Banî Isrâ’îl al observar como lloraba y gritaba su madre le dijo: “¡Todo esto es consecuencia de tu maldición!”. La gente al escuchar las palabras de Yarîh dudó en ejecutar la orden, por lo cuál le pidió una explicación. Yarîh por su parte ordenó que trajeran al recién nacido y le preguntó: “¿Quién es tu padre?” Por orden de Dios el infante habló y dijo: “Mi padre es tal pastor”. El devoto de Banî Isrâ’îl desde ese día se prometió estar siempre al servicio de su madre.[2]

 El Imâm Bâqir (P) manifestó: Entre los Hijos de Israel se encontraba un hombre que había entregado en matrimonio a una de sus hijas a un campesino, y a la otra a un ladrillero de adobe. En una ocasión fue a visitar a su primera hija y enterarse de cómo estaba ella y de cómo vivía. La hija dijo a su padre: “Nosotros este año hemos plantado mucha tierra. Si Dios nos ayuda, y hace llover bastante seremos la gente más feliz entre los Hijos de Israel”. El padre salió de casa de su hija y se dirigió a casa de la segunda. Estando ahí le hizo varias preguntas respecto a su vida, y ella dijo a su padre: “Mi esposo hizo una gran cantidad de ladrillos de adobe para que poco a poco se sequen. Si Dios nos ayuda, y el cielo permanece claro y brillante, ¡seremos la gente más rica entre los Banî Isrâ’îl! El padre se despidió mientras que volteaba hacia el cielo y decía: “Dios mío Tú eres el más Conocedor de cómo satisfacer las súplicas contradictorias de estas dos”.[3]

 El Imâm Sâdiq (P) en una narración dijo: -Entre los Hijos de Israel vivía un hombre que repetía constantemente: “Gracias al Dios creador de los dos mundos, Aquel que otorga el buen destino a los virtuosos”. Lucifer enfurecido por la conducta de este hombre, envió a uno de sus demonios para que le sugiriera que el buen futuro pertenece a los ricos no a los devotos. Comenzaron a disputar hasta que una persona decidió juzgar entre los dos, y al observar las razones ilógicas del demonio, acordaron cortarle una mano. Nuevamente el desacuerdo entre estos dos fue juzgado, hasta que cortaron la segunda mano del demonio. El hombre monoteísta le agradeció a su Creador el triunfo ante el demonio, sin embargo el demonio tampoco se dio por vencido hasta que acordaron que en esta ocasión aquél que fuese culpado le cortarían la cabeza. Ellos continuaban su camino hasta que llegaron a una escultura y le pidieron juzgara entre ellos dos. En ese momento se levantaron las manos de la estatua y repentinamente cayeron, y con un golpe cortó la cabeza de aquél que decía: “La otra vida pertenece a los adinerados”. En ese momento el hombre devoto gritó: “¡Así afirmo que la otra vida pertenece a los virtuosos!”.[4]

 El Imâm Bâqir (P) expresa: Un juez justo vivía entre los Banî Isrâ’îl, cuando se encontraba cerca de morir pidió a su esposa que, en el momento que dejara esta vida, le diera el baño completo, lo amortajara y cubriera su rostro. La mujer hizo lo solicitado por su esposo, sin embargo cuando descubrió el rostro del hombre y quedó atónita al observar que una cantidad infinita de gusanos comían la nariz del muerto. Esa misma noche en sueños preguntó a su esposo la razón de su petición. El juez equitativo dijo: “En una ocasión tu hermano vino a verme acompañado de un hombre que se quejaba de él. Yo, dentro de mí, pedí a Dios que diera la razón a tu hermano. Así sucedió y me sentí feliz por haberse cumplido mi solicitud. Ahora la situación que tú observaste en mí, es por mis deseos concupiscentes en especial en ese caso, respecto a que el derecho terminara en favor de tu hermano”.[5]

 Este mismo Imâm dijo: “Una paloma salvaje tenía dos polluelos en su nido construido sobre un árbol. En una ocasión un hombre robó uno de su crías. La paloma salvaje se quejó ante Dios de esta situación y Dios Todopoderoso le envió un mensaje diciendo que muy pronto la ayudaría. Poco después nacieron otros dos polluelos de la paloma y ese mismo hombre se acercó al árbol, mientras llevaba dos panes en sus manos. En ese momento un hombre indigente pasó junto a él y el hombre le dio uno de sus panes. Luego subió al árbol y tomó a uno de los polluelos. Lo único que salvó a este hombre del castigo de Dios fue el pan que había dado como limosna al indigente”.[6]

 En otra ocasión dijo: Entre los Hijos de Israel vivía un hombre intelectual y adinerado. El tenía un hijo de una esposa casta, el cuál tenía un gran parecido a él. Así también tenía otros dos hijos de otra de sus esposas que no era una mujer íntegra ni virtuosa. Cuando la muerte del padre estaba cerca, llamó a sus hijos y les dijo: “Toda mi fortuna pertenecerá a uno de ustedes”. Después de su muerte los hijos comenzaron a disputar por la herencia, hasta que por encargo del juez de esa ciudad fueron a ver a los hijos de un ovejero. Cuando se acercaron a donde vivían éstos, se toparon con un anciano y él los condujo hacia su hermano mayor para que realizaran las preguntas que tenían. Los tres hermanos cuando entraron a la casa, en busca del hermano mayor del anciano, encontraron a un hombre adulto. El hombre adulto les pidió que fueran a ver a su hermano mayor. Los tres hermanos se dirigieron hacia el hermano mayor, pero sorprendidos lo encontraron mucho más joven que los otros dos hermanos. Él, en explicación del asombro de los tres hermanos dijo: “El primero de mis hermanos que lo encontrasteis viejo e inútil, tiene una esposa terca y de mal carácter, que la soporta únicamente para evitar cualquier otra dificultad. Y el segundo de mis hermanos tiene una esposa que a veces la vida con ella es placentera y otras desagradable para él; siendo esta la razón por la cuál tiene la apariencia de un hombre adulto. Y yo tengo una esposa que nunca me ha hecho enojar y nunca me he saciado de estar con ella, y éste es el secreto de mi juventud. Ahora pasemos al tema principal, analicemos vuestra pregunta. Es mejor que primero vayan a la tumba de vuestro padre, saquen su cuerpo de ésta y lo quemen. Entonces regresen aquí para que juzgue entre vosotros”.

 Uno de los hijos lleva una espada y cada uno de los otros dos tomó un zapapico en sus manos cuando se dirigieron hacia la tumba del padre. En el momento que quisieron abrir la tumba el hermano menor dijo: “¡Deténganse! ¡Estoy dispuesto a entregarles mi parte!” Desde ahí regresaron directamente hacia el juez y le relataron lo sucedido. El juez al ver la benevolencia del corazón y la bondad que el hijo menor mostró hacia su padre dictaminó en favor de éste, haciéndolo heredero de una incalculable fortuna.[7]

 El séptimo Imâm, Mûsâ Ibn Ya‘far (P) expuso: “Un hombre piadoso que vivía entre los Banî Isrâ’îl, una noche soñó que la mitad de su vida la pasaría con bienestar y comodidad, y la otra mitad con malestar e indigencia. Se le pidió que escogiera primero una de estas dos mitades. El hombre piadoso, después de consultar con su esposa beneficiosa decidió escoger la primera de éstas. No pasó mucho tiempo que el mundo cambió para ellos y fueron poseedores de una gran fortuna. Un día la mujer del hombre le dijo: “Es mejor que tu fortuna la utilices para atraer los corazones de tus familiares y de los menesterosos, y seas generoso con tus vecinos y hermanos de religión”. Este hombre pasó la mitad de su vida en esta forma, y Dios al observar la dádiva ilimitada de este hombre y de su esposa, le Otorgó en la otra mitad de su vida, favores y fortuna.[8]

 El Imâm Sâdiq (P) en una narración expuso: “Era la medianoche cuando una mujer perversa tocó a la puerta de un hombre piadoso de los Banî Isrâ’îl. Y para que abriera las puertas de su casa, mintió y dijo al piadoso que un grupo de jóvenes quería violarla. El hombre piadoso, abrió las puertas de su casa para ésta, empero la mujer entró en la casa se desnudó ante él, y el piadoso tentado al ver el cuerpo desnudo de ella le tocó el cuerpo. Sin embargo inmediatamente reflexionó y arrepentido colocó su mano sobre el fuego. La mujer corrupta salió de la casa e informó a un grupo de los Hijos de Israel que el hombre místico había tratado de quemarse. Cuando la gente entró a la casa lo encontraron con las manos completamente quemadas”.[9]

 El Imâm Sâdiq (P) relató: -Un hombre místico vivía entre los Hijos de Israel y por las noches era visitado por una mujer. El devoto repetidas veces quiso acercársele sin embargo cada vez colocaba sobre el fuego uno de sus dedos, hasta que llegaba la madrugada. Cuando la mujer iba a salir de casa del místico, éste le decía: “Tuve en casa una visita mala y fastidiosa”.[10]

 El Imâm Bâqir (P) en una narración dice: -Un día dijeron a un rey opresor que se encontraba dentro de su tumba: “Tú deberás recibir cien latigazos como castigo Divino”. El rey opresor contestó: “Yo no puedo aguantarlos”. Los ángeles encargados del castigo por más que disminuían la cantidad de latigazos, el rey insistía en que no podría soportar ni uno solo, empero le fue dicho: “Este golpe es el castigo del día en que un siervo necesitado buscó refugio en ti, no obstante lo rechazaste y no perdonaste su falta”. Entonces los ángeles le dieron un latigazo, y como consecuencia de éste la tumba se llenó de fuego.[11]

 Wahab Ibn Manabah manifiesta: “Un hombre de Banî Isrâ’îl edificó un gran palacio, entonces invitó a comer a los aristócratas del pueblo. Pese a esto, cualquier necesitado que tocaba a su puerta le negaba la ayuda. Dios por su parte hundió a esa ciudad con todos sus habitantes”.[12]

 Así también Wahab relatra: “Tanto los adultos como los niños de los Hijos de Israel llevaban consigo un cayado, ya que temían sentirse orgullosos al caminar”.[13]

 ‘Abdul Alâ Ibn A‘în declara: Pregunté a Imâm Sâdiq (P): “¿Qué opina usted acerca de las narraciones relatadas por las esposas del Mensajero del Islam (BPD) acerca de que no se debe temer relatar las historias de los Hijos de Israel?”. El Imâm le respondió: “¿Acaso no escuchaste que éste gran hombre en otra ocasión dijo: -Transmitir una mentira que se ha escuchado equivale a mentir?. En el Corán existen gran cantidad de aleyas respecto a los Hijos de Israel, y si quieres, tú puedes narrar estas aleyas.[14]

 En la obra Nahâîah de Ibn Azîr está registrado: “No hay problema relatar sobre los Hijos de Israel, a pesar de que esa narración sea increíble y fuera de lo admisible, ya que en ese caso no será escrito para ustedes pecado alguno. Y esta cuestión es más que nada por el espacio vacío existente entre la aparición de éstos y la llegada del Profeta del Islam (BPD). Empero respecto a las narraciones proféticas es diferente y sin duda los documentos fiables y la cadena de transmisores que las respaldan, deben ser correctos y confiables. Algunos también opinan que el significado de una narración es que no es obligatorio mencionar la cadena de transmisores”.[15]

 El Imâm Sâdiq (P) transmite: Un hombre religioso vivía en el pueblo de los Banî Isrâ’îl que había dado la espalda al mundo y a sus bellezas. En una ocasión Lucifer reunió a su ejército y les pidió que de alguna forma influyeran en este hombre religioso. Uno de ellos propuso dominarlo por medio de la coquetería de las mujeres, el otro a través del vino y otros placeres incorrectos, sin embargo ninguna de estas propuestas fue aceptada por Lucifer ya que sabía perfectamente que el religioso había salido triunfante de esta prueba. Otro de los demonios proyectó influir en el hombre por el camino de la merced y generosidad, plan que Lucifer aceptó.

 Poco después el demonio se acerco al hombre religioso y se puso a orar junto a él. Pasó un tiempo y cuando éste observó el inagotable ánimo del demonio vio sus plegarias y votos insignificantes junto a las de él. En una ocasión el religioso preguntó por el secreto de la resistencia y desvelo continuo que tenía éste, a lo cuál el demonio le respondió: “Yo realice un pecado y luego me arrepentí, y después de ese día obtuve la jerarquía que tú observas”. El religioso le pidió que lo dirigiese para que realizase ese mismo pecado y después se arrepintiese. El demonio lo aconsejó y le dijo que con los dos dirham que le regalaba fuese a ver a una mujer adúltera y durmiese con ella.

 Posteriormente el místico entró en la casa de la mujer. Ella al ver el aspecto del devoto, sorprendida le dijo: “Nunca había venido a verme nadie como tú. ¡Oh, siervo de Dios! Es mejor que sepas que evitar el pecado es mucho más fácil que el arrepentimiento. Además no es seguro que el arrepentimiento de cualquiera sea aceptado por Dios. ¡Sin duda el demonio te engañó! Es mejor que regreses por el mismo camino que viniste”. El hombre religioso recapacitó y vio el gran error que había cometido, entonces salió de la casa de la mujerzuela. Al día siguiente en la puerta de la casa de ésta estaba escrito: “Participen en el funeral de esta mujer liviana, ya que ella entrará al Paraíso”.

 Transcurridos tres días, por orden de Dios, el Profeta Moisés (P) realizó la oración del muerto ante el cuerpo de esa mujer, y Le pidió: Anuncia a la gente que esta mujer por haber orientado a uno de Mis siervos y haber evitado que pecara, es merecedora del Paraíso”.[16]

 Zarârah relata de Imâm Bâqir (P) lo siguiente: -En el pasado vivía un hombre sabio. Él tenía un hijo inculto que no aprovechaba de la sabiduría de su padre. Sin embargo tenía un vecino había pasado su vida aprendiendo de él. Cuando el hombre sabio sintió que se le acercaba la hora de partir, pidió a su hijo que en caso necesario pidiese ayuda a su vecino, ya que su sabiduría la había dejado como depósito junto a ese.

 Los días transcurrieron hasta que una noche el rey tuvo un sueño y por la mañana muy temprano mandó llamar al hombre sabio, empero le informaron que hacía tiempo había fallecido. El rey pidió a sus subalternos trajeran al hijo del sabio para que interpretara su sueño. El joven falto de experiencia y sin haber adquirido esa sabiduría, al verse en esa situación fue en busca del vecino y le pidió ayuda. El vecino aceptó ayudarlo poniendo como condición que el obsequio que el rey le diese lo dividiesen en partes iguales, y le dijo: “El rey te preguntará sobre el tiempo en el que ocurrió su sueño, y tú deberás respóndele que fue en el tiempo del lobo”. Cuando el joven dio esta respuesta en el palacio del rey, se vio agraciado con un regalo, empero se dijo: “Ya no tengo necesidad de mi vecino”. Y por ello fue que no dividió el regalo ni le dio su parte al vecino.

 Transcurrió el tiempo, hasta que el rey nuevamente tuvo un sueño y pidió al joven que lo interpretara para él. El joven avergonzado vino a ver al vecino y arrepentido le prometió que esta vez le daría su parte. El vecino lo aleccionó y le dijo que respondiera al rey: “Vuestro sueño ocurrió en el tiempo del morueco”. Esta vez su respuesta también fue atinada y el rey lo recompensó; no obstante se vio una vez más tentado y no dio su parte al vecino.

 Tiempo después el rey por tercera vez tuvo un sueño y pidió ayuda al joven para su interpretación. El joven una vez más se dirigió hacia el vecino avergonzado y confesó carecer de cualquier sabiduría y conocimiento, luego juramentó por él para que esta vez el vecino lo informara del secreto del sueño del rey. El vecino aceptó y le dijo: “Dile al rey que su sueño ocurrió en el tiempo de la balanza y la justicia”. El rey que consideró la respuesta de éste acertada lo acarició y le entregó un valioso obsequio. El joven antes de llegar a su casa se dirigió sin demora hacia el vecino y le pidió que tomara su parte, sin embargo el vecino le dijo: “Tú al igual que el primer y segundo sueño del rey te encontrabas al nivel de los lobos y moruecos, sin embargo esta vez que el sueño del rey se relacionaba con la balanza y justicia, te volviste equitativo. Ahora toma tus monedas que yo no tengo necesidad de éstas”.[17]

 Hasan Ibn Yaham dijo: Escuche a Imâm Kâzhim (P) decir: Un hombre que vivía entre los Hijos de Israel había pasado cuarenta años adorando a Dios. En una ocasión trajo una oveja al sacrificadero para ofrendarla, sin embargo su sacrificio no fue aceptado por Dios. En ese momento el hombre devoto dijo a su alma concupiscente: “¡Lo que me pasa es culpa tuya y únicamente tú has provocado mis pecados!” En ese momento Dios le envió una revelación diciendo: “Tus reproches el día de hoy a tu alma concupiscente, son más valiosos que todas tus adoraciones de los últimos cuarenta años”.[18]

 El Imâm Bâqir (P) expresó: -Entre los Hijos de Israel vivía un hombre que tenía un hijo al cuál quería en demasía. Una noche tuvo un sueño en el que vio que muy pronto su hijo dejaría este mundo. Sin embargo el día determinado llegó y el padre observó que su hijo continuaba viviendo. El padre se dirigió hacia donde se encontraba su hijo y le preguntó: “¿Qué hiciste la noche anterior?” El joven respondió: “Un indigente tocó a la puerta y yo le entregué todo lo que había ahorrado”.[19]

 Existe una narración de Imâm Sâdiq (P) donde dice: “En una ocasión un hombre místico de entre los Banî Isrâ’îl estaba ocupado invocando, en ese momento observó a dos niños que habían agarrado un gallo y lo estaban desplumando. Sin dar importancia a los niños continuó sus súplicas. No transcurrió mucho tiempo cuando Dios ordenó a la tierra tragara al místico y hasta el fin del mundo continuará cayendo”.[20]

 El Imâm Sâdiq (P) en una extensa narración declara: -Entre los Hijos de Israel vivía un juez equitativo. Él tenía un hermano bienhechor que había contraído matrimonio con una mujer piadosa y abstinente. En una ocasión que el rey andaba en busca de un hombre de confianza para una misión importante, el juez consideró a su hermano el mejor hombre para esta gestión y lo presentó al rey. No transcurrió mucho tiempo, que los preparativos principales para el viaje estaban listos y ya que el hombre sentía un gran amor por su esposa, la dejó encargada con su hermano, el juez. El hombre partió para llevar a cabo su cometido, a pesar de que su mujer estaba en contra de que él abandonara la ciudad.

 Los días transcurrieron hasta que el juez se sintió atraído por la mujer de su hermano y decidió acercársele, empero la mujer se negaba rotundamente a aceptar, hasta que el juez la amenazó y dijo: “En caso de que te niegues diré al rey que hemos probado que eres una mujer deshonesta y después de esto serás apedreada”. La mujer prefirió ser apedreada en este mundo y no ser difamada en la otra vida. Las falsas acusaciones hicieron efecto y poco tiempo después la mujer fue apedreada después de haber sido enterrada dentro de una zanja, y no la dejaron en paz ni se alejaron hasta que creyeron que la mujer había muerto.

 La noche llegó y aprovechando la oscuridad la mujer devota y casta que aún tenía unas pocas fuerzas, se salió de la tierra y se refugió en el templo de un sacerdote para descansar y pasar la noche ahí. El sacerdote tenía un criado que se encontraba trabajando en el templo, y al ver a la mujer se enamoró de ella. Él noto la indiferencia de ella por lo cuál planeó un ardid. Después de rasgar el cuello del único hijo del sacerdote, echó la culpa a la mujer piadosa. El sacerdote por su parte le dio veinte dirham a la mujer para que pudiese continuar su camino y la sacó del templo.

 La mujer sola y en la oscuridad continuaba su camino sin rumbo fijo hasta que en la madrugada llegó a un pueblo. Ahí se encontró con la escena de un hombre que querían ahorcar ya que debía veinte dirham que había pedido como préstamo. Ella decidió pagar la deuda y lo puso en libertad. El hombre por su parte prometió como agradecimiento ayudarla en cualquier dificultad que tuviese. No pasó mucho tiempo cuando los dos llegaron a la playa. En las cercanías se encontraba una muchedumbre dentro de un barco. El hombre liberado propuso a la mujer: “Siéntese aquí, mientras voy a tomar un poco de comida de los del barco”. Se dirigió hacia ellos y les dijo: “Yo poseo una gran joya sin igual. Envíen a algunos a verla, y si aceptan mis palabras se las venderé”.

 Los hombres enviados del barco regresaron atónitos por la belleza de la mujer, y después de entregarle diez mil dirham al hombre liberado y de alejarse éste de la playa se dirigieron hacia la mujer y le pidieron que subiera con ellos al barco. En un principio se negó hasta que con amenazas e insistencia se vio obligada a acompañarlos. Los hombres subieron al barco y colocaron a la mujer en un bote lleno de joyas y objetos para negociar, ya que no querían que fuese tocada por ninguno en la ausencia de éstos. En el camino comenzó a soplar un fuerte viento y todos los ocupantes del barco murieron, únicamente el bote de la mujer devota llegó a una isla del Mar Rojo. Estando en ese lugar ella se dedicó a orar y suplicar a Dios hasta que el Todopoderoso envió una revelación a uno de los Profetas de Banî Isrâ’îl diciéndole que pidiera al rey que había comisionado al esposo de esta mujer, que acompañado de su gente se dirigiesen hacia la isla donde se encontraba la mujer devota y confesaran sus culpas, para que ella pidiese a Dios por su perdón. ¡Y sabed que su perdón es Mi perdón!

 Al día siguiente el rey se presentó ante la mujer devota y le dijo: “El juez de mi reino dictaminó apedrear a la esposa de su hermano y yo lo acepté. Ahora no se si careciendo de pruebas mi diagnóstico fue correcto o no. Te pido que solicites a Dios mi perdón”. La mujer devota dijo: “¡Siéntate que Dios perdonará tu falta!” Poco después el esposo de la mujer se presentó ante ella sin reconocerla y dijo: “Yo tenía una mujer virtuosa y abstinente, a pesar de que se oponía que fuese a cumplir una misión yo lo hice y la dejé bajo el cuidado de mi hermano, sin embargo cuando regresé del viaje me enteré que ella se había vuelto una corrupta y había sido apedreada. Ahora temo no haberle dado su derecho. Pide a Dios que perdone mis pecados. La mujer devota le dijo: “¡Siéntate que Dios te perdonará!”

 Momentos después se presentó el juez y le dijo: “Mi hermano tenía una esposa muy bella, de la cuál me había yo enamorado. Un día le pedía que durmiera conmigo empero me rechazó, y a pesar de que la amenacé de apedrearla, prefirió guardar su castidad y pureza. Ahora te pido que solicites a Dios mi perdón”. La mujer devota dijo: “¡Dios te perdonará!”

 Tocó el turno al sacerdote. Él se presentó ante la mujer piadosa y confesó: “¡Yo expulsé del templo y por la noche a una mujer, temo que en el camino haya sido presa de los animales salvajes!” La mujer piadosa le dijo: “¡Dios te perdonará!” Momentos después el sirviente del sacerdote se presentó ante la mujer devota y relató su historia. La mujer también pidió por su perdón. El último que se presentó fue el hombre liberado por ella, y pidió a la mujer piadosa que Dios aceptara su arrepentimiento, sin embargo ella lo rechazó y le dijo: “¡Que Dios no perdone tu falta!” Luego la mujer devota se dirigió hacia su esposo y le dijo: “Yo soy tu mujer y todo lo que escuchaste aquí fue acerca de mí. Pido a Dios que me dé un lugar lejos de los seres humanos para dedicarme a adorarlo, ya que no obtuve nada bueno de los hombres del mundo ni tampoco tengo necesidad de ellos”.[21]

 Daîlamî relata de su padre y él de Imâm Sâdiq (P) lo siguiente: -La recompensa que se escribe por cada uno de los actos del hombre es según el intelecto (del devoto) y el propósito de sus actos. Un hombre piadoso de los Hijos de Israel se encontraba adorando a Dios en una isla frondosa y amena. Un día el rey pasó cerca de él y al observar la forma como imploraba pidió a Dios que por un tiempo fuese compañero de éste. A la mañana siguiente el rey dijo al hombre piadoso: “Esta isla es adecuada para orar”. Sin embargo el devoto cortó sus palabras y opinó: “En esta isla falta algo, quiero decir que los forrajes no son aprovechados por alguien. En caso de que nuestro Dios tuviese un asno nunca quedaría el herbaje sin ser aprovechado”. En ese momento Dios envió una revelación al rey diciendo: “Yo lo recompensaré según la medida de su intelecto ”.[22]

 ‘Alî Ibn Al Husaîn (P), en una narración manifiesta: -Un hombre acompañado de su familia se hicieron a la mar, pero cuando se encontraban en medio del mar el barco se enfrentó con una gran tormenta y entre todos ellos la mujer del hombre, ayudada por un pedazo de madera pudo llegar a la playa de una isla. En esa isla vivía un ladrón egoísta y bajo. Cuando sus ojos observaron a la mujer sola quiso aprovecharse de ella, empero la mujer repentinamente comenzó a temblar. El ladrón le preguntó: “¿Por que tiemblas?” La mujer señaló con sus manos al cielo. Entonces el ladrón volvió a preguntar: “¿Hasta hoy no has cometido un acto incorrecto como éste?” La mujer respondió: “¡Juro por la Gloria de Dios que no!” El ladrón continuó diciendo: “Yo debería sentir más temor que tú y alejarme del pecado”. Después de decir esto se dirigió hacia su familia y continuó su vida arrepintiéndose y tratando de compensar su pasado.

 Relatan que un día este ladrón se encontró en el camino con un sacerdote, y ya que el clima estaba muy caliente el sacerdote le pidió que levantara sus manos y pidiera a Dios, tal vez y Dios les enviara una sombra sobre sus cabezas. El hombre dijo: “Yo he pecado tanto ante Dios, que no me atrevo a hacerlo”. El sacerdote comenzó a rogar y el ladrón decía “Amen”. En ese intervalo una gran nube apareció sobre sus cabezas y los acompañó un gran trecho, y así siguieron hasta que se separaron. Lo asombroso de esto fue que la nube continuó su camino por el mismo camino que siguió el ladrón.[23]

 El Imâm Ridâ (P) dice: “Entre los Hijos de Israel únicamente consideraban devoto a aquel que había pasado veinte años sin hablar”.[24]

 Ibn ‘Amârah relata: “La mejor plegaria y jerarquía más alta de ésta entre los Hijos de Israel, era terminar con las necesidades de la gente y tomar en cuenta lo provechoso para ésta”.[25]

 Ibn Abî Râfi‘ narra de su padre y ésta a su vez del Mensajero del Islam (BPD) una extensa narración que contiene lo siguiente: -Gabriel me trajo una carta como obsequio, en la cuál estaban escritos los nombres de todos los profetas y de los reyes anteriores, y nosotros en caso necesario la consultábamos. Ashbah Ibn Ashyân llamado Kîs gobernó doscientos sesenta y seis años; y en el año cincuenta y uno de su gobierno Jesús hijo de María fue nombrado Profeta. Él invitó a los Hijos de Israel a adorar a Dios Único durante treinta y tres años en Jerusalén, no obstante pocos fueron los que aceptaron su invitación. Un grupo sostiene que él fue enterrado vivo y otros dicen que fue crucificado. “…sino que se hizo que así les pareciera…” (An Nisâ’, 4:157).

 Jesús Hijo de María cuando ascendió al cielo dejó la luz de la profecía en manos de Sham‘ûn Ibn Hamûn (Simón). Él continuó peleando en contra de los incrédulos hasta que Dios nombró Profeta a Îahîâ Ibn Zakarîâ (Juán). En esa época gobernaba Ardishîr Bâbakân, su gobierno duró catorce años y diez meses, y exactamente el octavo año de su reinado Îahîâ Ibn Zakarîâ fue martirizado. Îahîâ antes de morir nombró a Simón su heredero y pidió a los apóstoles del Profeta Jesús (P) que lo ayudaran. En la época de Simón gobernó durante treinta años Shahpûr Ibn Ardishîr. Después de Simón, su hijo Jacob tomó el albaceazgo de su padre en sus manos. En su época un rey opresor que reinó durante ciento ochenta y siete años, para vengar la sangre del Profeta Juan (P) mató a setenta mil judíos.

 Antes de eso, en el año cuarenta y siete del reinado de Nabucodonosor, ‘Uzaîr (Ezra) fue nombrado profeta. Dios resucitó a toda la gente de un pueblo que había muerto y entre ellos se encontraban cien guerreros que todos ellos habían sido muertos por Nabucodonosor ¿Cuándo le dará vida Al.lah después de su muerte? (Al Baqarah, 2:259). Después de Nabucodonosor su hijo Mihrawîah reinó durante seis años y veinte días. Él fue aquél que echó al Profeta Daniel (P) de la trinchera de fuego y le dio las peores torturas. Empero Dios nunca apagó la luz de su profecía, y salvó a Su profeta ¡que la destrucción sobrevenga a los compañeros del foso!... El fuego alimentado con combustible… (Al Burûy, 85:4-5).

 Después de Daniel (P) su hijo Makîjâ tomó la sucesión. En su época Hurumz gobernó sesenta y tres años tres meses y cuatro días, tomando la sucesión del trono Bahrâm quien gobernó veintiséis años. Makîjâ y sus seguidores en la época de Bahrâm vivieron soportando muchas dificultades y se veían obligados a disimular su fe en Dios ante los reyes. En la época Makîjâ también gobernó durante siete años Bahrâm Ibn Bahrâm. Después de Makîjâ su hijo Anshawâ fue nombrado profeta.

 El tiempo e intervalo vacío entre Jesús (P) y Muhammad (BPD) fueron cuatrocientos ochenta años. Poco después de su reinado Shahpur Ibn Hurmuz gobernó durante setenta y dos años; y en ese tiempo Anshawâ dirigía a la gente. Luego Ardishîr, hermano de Shahpur, gobernó durante dos años. En la época de Ardishîr ocurrió el suceso de ashâb kahf (los hombres de la caverna) y al-raqîm (la inscripción). En ese entonces Dasîjâ hijo de Anshawâ tomó la dirección religiosa de la gente, y luego Shahpur Ibn Ardishîr reinó durante cincuenta años mientras Dasîjâ continuaba su misión de profeta. Îazdgir sucedió a Shahpûr, el cuál gobernó durante veintiún años cinco meses y diecinueve días, y Dasîjâ continuaba guiando a la gente hacia Dios. Cuando llego la muerte de Dasîjâ, éste otorgó la sucesión a su hijo Nastrûs. El tiempo de su predicción coincidió con el gobierno de Bahrâm Gûr que su reinado duró veintiséis años tres meses dieciocho días. Después de Bahrâm, Fîrûz tomo las riendas del gobierno en sus manos. En su época Nastrûs falleció heredando la profecía a Mura‘îdâ. En ese lapso el hijo de Fîrûz llamado Flâs, Blâs o Blâsh gobernó durante cuatro años. Después de él, Qubâd reinó durante cuarenta y tres años y luego Yâmâsib durante cuarenta y seis años. Mura‘îdâ durante este tiempo con ayuda de las revelaciones de Dios guió a la gente mentalmente. Poco después Josrow tomó el reino en sus manos y su gobierno duró cuarenta y seis años y ocho meses. En su época Mura‘îdâ falleció y la dirección religiosa de la gente pasó a manos del sacerdote Buhaîrâ. En la época de Buhaîrâ, Hurmuz gobernó durante treinta y ocho años, y después de él Josrow hijo de Hurmuz se sentó en el trono. Buhâîrâ también durante estos años se dedicó a guiar las mentes de los campesinos. Después de él la gente se encontró perdida, descarriada y en conflictos. Los pilares de la religión se habían debilitado y la oración se había dejado al olvido hasta la llegada del Profeta del Islam (BPD), aparición que fue como un brillo que engalanó al mundo y salvó a los seres humanos de la destrucción.[26]

 En la obra Kamâlid Dîn está registrado: Makî Ibn Ahmad relata: Escuché a Ishâq Tûsî decir: Visité a Sir Bâbak, rey la India. El tenía entonces novecientos veinticinco años y fue el mismo hombre a quien el Mensajero de Dios (BPD) envió a diez hombres para invitarlo al Islam, entre ellos se encontraban Hadhîfah Ibn Îamân, ‘Amrû Ibn ‘As, Asâmat Ibn Zaîd y Abû Mûsâ Ash‘arî, y él aceptó la invitación del Profeta (BPD) con los brazos abiertos. Le pregunté a Sir Bâbak: “¿Como realiza usted la oración estando tan débil?” Me respondió: “Dios en el Sagrado Corán dijo: Aquellos que se acuerdan de Al.lah cuando están de pie y sentados y acostados (Âli Imrân, 3:191)”. Pregunté a él respecto a su comida, me respondió: “Ingiero caldo de carne con una especie de puerro picado”. Le pregunté: “¿Acaso con lo que ingiere le dan ganas de orinar?” Respondió: “Una vez a la semana, y muy poco”. Interrogué por sus dientes, me contestó: “Hasta hoy he mudado ¡veinte veces!” En su establo observé un animal poco más grande que el elefante llamado andfil; pregunté: “¿En que labores ocupa a ese animal?” Me dijo: “Para transportar las ropas de los obreros cuando quieren lavarlas”. Para recorrer sus tierras eran necesarios cuatro años de camino; la superficie de su ciudad era de trescientos kilómetros cuadrados. En cada entrada a la ciudad habían colocado ciento veinte mil soldados, y en caso de que sucediese una revuelta o amenazase una guerra, los soldados que se encontraban en las entradas de la ciudad eran suficientes para detenerla.

 Lo escuché decir: “Desde lo alto de un cerro de arena, vi al pueblo de Moisés (P) que habían construido los techos de sus casas todos a una misma altura. Ellos únicamente adquirían los alimentos que necesitaban en ese día y no más, dejando el resto para los otros. Cada familia enterraba a sus muertos en el patio de su casa y entre ellos nadie moría por enfermedad sino por muerte natural; sus bazares eran de tal forma que aquello que quisiesen lo escogían y pesaban sin la necesidad del vendedor; a la hora de la oración todos se reunían en el templo, y al finalizar ésta cada quien continuaba sus quehaceres; entre ellos lo único que pronunciaban eran ruegos a Dios o el recuerdo de la muerte; y en lugar de enemistad y palabras que los separaran, realizaban la oración”.[27]

 El Imâm Sâdiq (P) en una narración dijo: “Tubba‘[28]fue uno de los reyes de Himîar que visitó la Casa de Dios y colgó sobre ésta una tela muy valiosa. Relatan que él durante todos los días de un mes mató diariamente a cien camellos y con su carne alimentaba a la gente. Durante el tiempo que permaneció en La Meca los animales salvajes de las montañas y los animales que vivían en los valles disfrutaron de comida y hierba como resultado de la interminable dádiva de Tubba‘. Después de un tiempo éste se dirigió hacia Median y dio albergue a una tribu de Yemen llamada Gasân, ellos fueron aquellos que después de tiempo, en la época del Mensajero del Islam (BPD) fueron llamados los Ansâr”.[29]

LLAMADAS:


[1] Mayma‘ul Baîân, vol.5, t.9, p.397.

[2] Bihâr, t.14, p.487.

[3] Bihâr, t.14, p.488.

[4] Bihâr, t.14, p.488.

[5] Qisâs Râwandî, p.180; Bihâr, t.104, p.276; Di‘â’mul Islâm, t.2, p.533; Tanbîhul Jawâtir, t.2, p.181; Tahdhîb, t.6, p.222; Wasâ’il, t.18, p.164; Kâfî, t.7, p.410; Amâlî As Sadûq, p.79.

[6] Bihâr, t.14, p.490.

[7] Bihâr, t.14, p.491.

[8] Bihâr, t.14, p.491.

[9] Bihâr, t.14, p.492.

[10] Bihâr, t.14, p.492.

[11] Bihâr, t.14, p.493.

[12] Bihâr, t.14, p.493.

[13] Bihâr, t.14, p.494.

[14] Bihâr, t.14, p.494.

[15] Nahâîah Ibn Azîr, t.1, p.361, art. “El Pecado”.

[16] Kâfî, t.8, p.315.

[17] Kâfî, t.8, p.207.

[18] Kâfî, t.2, p.73.

[19] Kâfî, t.4, p.6.

[20] Amâlî Tusî, t.2, p.282.

[21] Kâfi, t.5, p.556-559; ‘Idatul Dâ‘î, p.307.

[22] Kâfî, t.1, p.11.

[23] Kâfî, t.2, p.69.

[24] Kâfî, t.2, p.111.

[25] Kâfî, t.2, p.199.

[26] Kamâlid Dîd, p.224.

[27] Bihâr Al Anwâr, t.14, p.520, esta narración no fue encontrada en la obra Kamâlid Dîd.

[28] Tubba‘ es el singular de Tubbâb‘ah y el título de honor entre los reyes Himyar. Ellos reinaron en todo el mundo desde el oriente hasta el occidente. Relatan que Tubba‘ Aûsat (el de en medio) llamado Kâmil Ibn Mâlikî, era un hombre creyente y monoteísta. El Sagrado Corán a su respecto dice: ¿Son ellos mejores o el pueblo de Tubba‘? (Ad Dujân, 44:37). Él fue considerado uno de los mejores poetas árabes, algunos opinan que él fue uno Profeta Mursil (traedor de un mensaje), ya que el enviado de Tubba‘ fue elegido de entre ellos y el Sagrado Corán a este respecto dice: … y el pueblo de Tubba‘. Todos rechazaron a los mensajeros, asi que Mi amenaza llego a suceder (Qâf, 50:14). El Mensajero del Islam pidió a los hombres que no lo maldijeran ni hablaran mal de él (Tubba‘) ya que setecientos años antes de que él viniera Tubba‘ le tuvo fe. Él fue el primer hombre que después de Adán (P) cubrió la Ka‘bah. Mayma ‘ul Bahraîn, Tarîhî, t.1, primer cuarto, p.280.

[29] Kâfî, t.4, p.215.