LA HISTORIA DE ASHÂB KAHF (LOS HOMBRES DE LA CAVERNA) Y AL-RAQÎM (LA INSCRIPCIÓN)

﴿ أَمْ حَسِبْتَ أَنَّ أَصْحابَ الْكَهْفِ وَ الرَّقِيمِ كانُوا مِنْ آياتِنا عَجَباً ﴾

“¿No te has parado a pensar que los compañeros de la Caverna y al’Raqîm (la inscripción) fueron parte de los signos sorprendentes de tu Señor? (Al Kahf, 18:9).

La historia de este grupo es un ejemplo de los signos maravillosos de Dios Todopoderoso.

 Ibn ‘Abbas manifiesta: “Durante el califato de ‘Umar, un grupo de sabios judíos vinieron a verlo y le hicieron algunas preguntas. Ellos pedían a ‘Umar que él mismo las contestara. Sin embargo carecía de la capacidad para hacerlo, y solicitó a ‘Alî, el Príncipe de los Creyentes, que las respondiera. ‘Alî (P) puso como condición, que en caso que de respondiera a todas sus preguntas, ellos se convirtieran en musulmanes. Los judíos aceptaron la condición, entonces el Imâm contestó a sus preguntas de la siguiente manera:

 Preguntaron: “¿Qué significa el que el Cielo se cierre?”

 Respondió: “Quiere decir que las puertas del Cielo se cierran cuando asocian algo a Dios. Por lo tanto cuando los siervos del Señor colocan a un semejante para Él, sus buenos actos nunca llegarán al Cielo. Y la llave para abrir el Cielo es decir: La il.laha ilal.lah wa Muhammadan Rasuli.lah.- No hay divinidad más que Dios y Muhammad es Su Enviado”.

Preguntaron: “¿Cuál tumba fue la que llevó a su ocupante alrededor de todo el mundo?”

Dijo: “La misma ballena que trasportó a Jonás (P) por los siete mares”.

Preguntaron: “¿Quién fue el que se dedicó a aconsejar y advertir entre su gente, sin embargo no era ángel ni ser humano?”

Contestó: “Fue la hormiga que a sus acompañantas les advirtió del daño que podía hacerles el ejército de Salomón (P). - ¡Hormigas! Entrad a vuestras casas, (no sea que) Salomón y sus huestes os aplasten sin darse cuenta” (An Naml, 27:18)”.

Preguntaron: “¿Cuáles fueron las cinco creaciones que caminaban sobre el mundo, empero no fueron engendradas en el vientre de sus madres?”

Indicó: “Estos fueron: Adán, Eva, la camella de Sâlih (P), el cordero sacrificado por Abraham y el báculo de Moisés”.

Solicitaron: “Infórmanos de lo que conversan algunos animales entre sí”.

Explicó: “El francolín dice: ¡Oh, Clemente del firme Empíreo! ‑. El gallo expresa: ¡Oh, negligentes! Recordad a Dios. ‑ El caballo manifiesta: ¡Dios mío! Otorga el triunfo a Tus siervos creyentes ante sus enemigos. ‑ El asno comunica: Maldice al hombre opresor que toma a la fuerza una décima parte de los bienes de la gente.- Y sus rebuznos hacen que el Demonio cierre los ojos. ‑ La rana notifica: ¡Puro es el Dios que creó las grandes olas de los mares! ‑ La alondra solicita: ¡Dios mío maldice a los enemigos de Muhammad y su familia!”.

 En ese momento tres de los sabios judíos cayeron prosternados y atestiguaron que Dios es Único y que Muhammad (BPD) es Su Enviado. El cuarto de los sabios dijo: “¡Oh, Príncipe de los Creyentes! Mi corazón, al igual que el de ellos, ha sido atraído hacia el Islam. Sin embargo deseo realizar una última pregunta respecto a los hombres que durmieron durante trescientos nueve años. Y después de ese lapso Dios los volvió a la vida. Entonces Imâm ‘Alî (P) dijo:

 “El Mensajero de Dios (BPD) me relató que en Roma, había una ciudad llamada Afsûs o Aqsûs, en la cuál gobernaba un dirigente bienhechor. Sin embargo cuando murió comenzaron las divergencias de palabra, hasta que el rey persa llamado Decio invadió la Ciudad de Afsûs y luego la tomó bajo su mando. ‑Entonces el Imâm continuó relatando respecto a la apariencia del palacio y al trono del rey, a sus servidores, a la forma en que el rey se sentaba en su trono, a la presencia de un sinnúmero de sabios, gobernadores y trabajadores en el reino, así como a la luminosidad y esplendor del oro, plata, topacios y espejos empleados en el palacio, hasta que llegó a estas frases:- Siempre se encontraban en el palacio tres consejeros a mano derecha del emperador, llamados Tamlîjâ, Maksilîmînâ y Mîshîlînâ, y otros tres a su mano izquierda llamados Mirnûs, Dîrnahûs y Sâdhirîûs.

 En una ocasión informaron a al emperador Decio que un gran ejército persa había cercado la ciudad. El rey fue invadido por una gran tristeza. Uno de sus consejeros llamado Tamlîjâ se dijo: ‑En verdad que él se considera nuestro dios, entonces ¿por qué entristece por una noticia pavorosa como ésta?- No transcurrió mucho tiempo que puso al tanto de su sentir a los otros cinco consejeros. Él razonaba: ‑ ¿Quién fue aquél que sostuvo el Cielo sin utilizar pilares o cuerda alguna, y colocó en este a la luna y al sol como dos signos claros? ¿Cuál creador fue aquél que colocó esta tierra llana dentro del corazón de las agitadas aguas, y con la muralla hecha de altas montañas evita las sacudidas y el derramamiento de éstas? ¿Cuál dios fue aquél que me trajo fuera del vientre de mi madre y después de ello me alimento y educó?- Estas preguntas fueron la causa de que Tamlîjâ concibiese que Decio era igual a cualquier otro gobernador opresor y sangriento. Él y sus compañeros, agradecieron a Dios por iluminarles el camino a seguir y salieron de la ciudad de Afsûs.

 Después de transitar un gran trecho, bajaron de sus monturas y siguieron aproximadamente cuarenta y dos kilómetros más a pie, hasta que sus pies sangraron. Los seis hombres jóvenes en el camino encontraron a un ovejero y luego de confiar en él le contaron su secreto. Poco después, luego que el ovejero regresó a sus dueños las ovejas, éste se añadió al grupo para acompañarlos. Alcanzándolos luego el perro negro y blanco del ovejero llamado Qatmîr. En un principio trataron de alejarlo echándole piedras, ya que temían que los delatara con sus ladridos. En ese momento el perro comenzó a hablar y dijo: ‑Permitidme que os acompañe y os proteja de los enemigos-. Poco después llegaron a una cueva en las faldas de la montaña llama Wasîd, y cuando por la noche durmieron dentro de ésta, Dios ordenó al Ángel de la Muerte que los llevara a la vida eterna. El sol por orden de Dios evitaba echar sus rayos directamente sobre ellos – Y podías ver cómo el sol, al salir, se desviaba de su caverna hacia la derecha y al ocultarse lo hacía la izquierda (para no molestarlos). (Al Kahf, 18:17).

 Cuando Decio se enteró de la ausencia y la huída de sus consejeros, fue en su búsqueda acompañado por ochenta mil soldados, no obstante cuando llegó a la cueva los encontró a todos dormidos. Decio ordenó a sus constructores que obstruyeran la entrada con grandes piedras y cal. Los jóvenes quedaron encerrados en la cueva y después de trescientos nueve años, Dios nuevamente les otorgó la vida y regresaron al mundo. Uno de ellos, que se había levantado de su lecho dijo: ‑ ¡La noche anterior olvidamos adorar a Dios!-. Cuando llegaron cerca de la cueva había visto a sus alrededores manantiales correntosos y árboles verdosos pero ahora los manantiales se habían agotado y los árboles habían perdido su frescura. Los habitantes de la cueva sentían hambre por lo que acordaron enviar a uno de ellos a la ciudad de Afsûs para que trajese alimentos – Ahora enviad a uno de vosotros con esta (moneda) de plata vuestra a la ciudad, luego dejadlo ver qué alimento es más puro (en esa época la mayoría de los panaderos eran adoradores del fuego y los monoteístas vivían escondidos), y que os traiga provisión de ello, y dajad que se comporte con suavidad (al negociar), y no dejéis que nadie conozca vuestro caso (Al Kahf, 18:19).

 Tamlîjâ vistió las ropas del ovejero y se dirigió hacia la ciudad, sin embargo se vio en un lugar el cuál nunca había visto. En la puerta observó una bandera verde en la cuál estaba inscrito: ‑La il.laha ilal.lah wa Îsâ Rasuli.lah.- No hay divinidad más que Dios y Jesús es Su Enviado-. En un principio creyó estar soñando, pero lo que observaba era real. Después de preguntar al panadero el nombre de la ciudad, de su emperador, y de enterarse que ahí era Afsûs y el nombre del rey era ‘Abdul Rahmân, entregó la moneda y pidió pan. El panadero al observar el peso de la moneda y su antigüedad asombrado preguntó a Tamlîjâ: ‑ ¿Acaso habéis encontrado un tesoro?- Tamlîjâ le respondió: ‑ ¡No! Es la única paga que recibí por la venta de dátiles. - Posteriormente relató al panadero su historia.

 El panadero que se encontraba atónito lo llevó a visitar a ‘Abdul Rahmân y ya que sus explicaciones no eran convincentes acordaron que les mostrase su vivienda en esa ciudad. Tamlîjâ llevó a ‘Abdul Rahmân y a sus acompañantes al lugar que anteriormente era el palacio de Decio. Golpeó repetidas veces a la puerta hasta que un hombre anciano abrió la puerta. El joven se presentó y dijo: ‑Yo son Tamlîjâ hijo de Qastîkîn-. En ese momento el anciano se echo de rodillas y gritó: ‑ ¡Juro por Dios que él es mi abuelo! Él salió acompañado por otros cinco de los consejeros de Decio y se refugiaron en las montañas de su opresión.-

 En esa época en la ciudad de Afsûs vivían dos emperadores, uno católico y el otro judío. Montaron sus caballos y se dirigieron a las cercanías de la cueva, lugar donde se encontraban con los jóvenes monoteístas. Tamlîjâ creía que habían dormido durante un día, o tal vez medio día, pero no más. Sin embargo ‘Abdul Rahmân le aclaró que ellos habían dormido durante trescientos nueve años y que habían pasado muchos años hasta que Dios envió a Jesús hijo de María para que los dirigiese, y después de un tiempo lo ascendió a los Cielos. Antes de la entrada del emperador y sus acompañantes a la cueva, Tamlîjâ entró a ver a sus compañeros y les relató lo sucedido. Los jóvenes de la cueva rechazaron regresar entre la gente del mundo y pidieron a Dios que nuevamente los llevase hacia Él. Poco después por orden de Dios los habitantes de la cueva partieron hacia la vida eterna, y la cueva fue cerrada para siempre para todos los seres humanos. Los dos emperadores, cristiano y judío, durante siete días buscaron una entrada hacia la cueva, sin embargo sus esfuerzos fueron vanos. Cada uno de éstos aseguraba que los jóvenes habían muerto llevando su religión. El cristiano tenía la intención de construir una iglesia en la entrada de la cueva y el judío de construir una sinagoga. Al fin comenzaron a discutir y ‘Abdul Rahmân salió victorioso”.

 Cuando la plática de ‘Alî, el Príncipe de los Creyentes, llegó a este punto, preguntó al sabio judío: “¿Acaso en la Torá de vosotros está registrado algo diferente a lo que he relatado? El judío contestó: ¡No! Lo que habéis dicho es exactamente lo registrado en nuestro Libro Sagrado”. Y fue entonces cuando aceptó el Islam.[1]

 Imâm Bâqir (P) en una narración relata: “El Mensajero del Islam (BPD) después de concluir su oración de la noche, pidió a Abu Bakr, ‘Umar, ‘Uzmân y ‘Alî (P) que viniesen a verlo y les dijo que fueran a la cueva donde estaban los habitantes de Kahf y les hicieran llegar sus saludos especiales. Entonces un fuerte viento los trasportó hasta la entrada de la caverna. En un principio Abu Bakr, por ser el mayor entre ellos, luego ‘Umar y después de él ‘Uzmân cada uno en forma separada se dirigieron hacia la entrada e hicieron llegar los saludos del Profeta a los habitantes de ésta. No obstante ninguno de ellos escuchó respuesta. Ahora tocó el turno al Príncipe de los Creyentes (P) y dijo: ‑As-salâm ‘alaîkum wa Rahmatul.lahi wa barakâtuh – Salud para vosotros y que la Misericordia y las Bendiciones de Al.lah sean sobre vosotros. Saludos a vosotros que Dios hizo que vuestros corazones estén unidos. Yo soy un enviado del Mensajero de Dios hacia ustedes-. Minutos después desde dentro de la cueva se escuchó un voz que decía: ‑Wa ‘alaîkumi as salâm îâ wasî Rasulil.lah (s) wa Rahmatul.lahi wa barakâtuh – Salud sea para ti. ¡Oh, heredero del Mensajero del Islam! y la Misericordia y las Bendiciones de Al.lah sean sobre vosotros. ¡Bienvenido seas! A nosotros se nos ha ordenado no hablar con nadie a menos que con el Mensajero de Dios y con su sucesor. Este asunto comunícalo a tus compañeros-. ‘Alî (P) volteándose hacia Abu Bakr, ‘Umar y ‘Uzman dijo: ‑ ¿Acaso habéis escuchado?- Respondieron: ‑ ¡Sí!- Y nuevamente un fuerte viento los llevó a donde se encontraba el Profeta (BPD). El Mensajero del Islam inmediatamente cuando los vio dijo a los acompañantes de ‘Alî (P): ‑Aquello que habéis escuchado respecto a ‘Alî (P) y que vosotros mismos confesasteis, guardadlo en vuestras memorias-.[2]

 Imâm Sâdiq (P) manifestó: “Los habitantes de la cueva disimulaban su fe ante la gente, y aparentemente se mostraban impíos al igual que los demás, y esto era para ellos muy difícil”.[3]

 Este mismo Imâm en otra narración expresa: “Tres hombres viajeros y monoteístas llegaron a una cueva. Cuando entraron a ésta para descansar repentinamente una gran roca cerró la entrada. Cada uno de ellos puramente comenzó a confidenciar con Dios. El primero dijo: ‑ ¡Dios mío! Un día a pesar de que había yo entregado gran cantidad de dinero a una mujer para poder comprarla, sin embargo cuando estaba yo por pecar vino a mi mente Tu grandeza y me detuve de hacerlo. Ahora que sabes de mi pasado, muéstrame un camino para salir de esta cueva.- En ese momento la piedra se agrietó y se dejó ver una abertura hacia el exterior.

 El segundo hombre dijo: ‑Dios mío tu mismo sabes que yo empleé a un grupo de trabajadores y su sueldo completo se los entregaba al final de cada jornada, y cuando quedó en mis manos medio dirham de alguien, lo utilicé para negociar hasta que fui dueño de una gran riqueza. Cuando el hombre vino a verme y me pidió su medio dirham, yo le entregué a cambio diez mil dirham. Si soy veraz : Haz una abertura hacia el exterior para mí.- En ese momento la abertura de la piedra se ensanchó más de tal forma que podía verse con facilidad hacia el exterior.

 El tercer hombre comenzó a hablar y dijo: ‑ ¡Dios mío! Recuerdo aquél día en que mi padre y madre se encontraban durmiendo. Yo les llevé un recipiente con leche. Por una parte no quería yo despertarlos y por otra temía que algún insecto cayese dentro del recipiente, y fue por ello que me quedé ahí hasta que despertaron. Y esto lo hice únicamente por agradarte a Ti. Entonces ¡Dios mío! Ahora haz que salgamos de aquí.- En ese momento la piedra que se encontraba en la entrada de la cueva estalló y pudieron ver la salida. Es por ello que el Mensajero del Islam (BPD) dice: ‑Aquél que hable con Dios con sinceridad, sin duda se salvará”.[4] Esta narración la mencionamos aquí, ya que algunos sostienen que estos tres viajeros eran los mismos habitantes de la cueva.

 ‘Alî Ibn Ibrâhîm afirma que “Raqîm” son dos piezas de cobre en las cuales está inscrita la historia de los jóvenes monoteístas y su huída del palacio de Decio.[5] Otros afirman que “Raqîm” es el nombre de la región donde se encontraba la cueva. Algunos consideran que “Raqîm” era el lugar donde vivían los jóvenes de la cueva.

* * *


[1] Bihâr, t.14, p.411; ‘Arâ’is Za‘labî, p.232.

[2] Bihâr, t.14, p.420.

[3] Bihâr, t.14, p.426.

[4] Ídem.

[5] Tafsîr Qumî, t.2, p.31.