LA VIDA DEL PROFETA ZAKARÎÂ (ZACARÍAS) Y DEL PROFETA ÎAHÎÂ (JUAN)

 Raîân Ibn Shabîb relata: El primero del mes de Muharram fui a visitar al octavo de los Inmaculados, el Imâm Ridâ (P). Estando ahí me preguntó: “¿Acaso estas ayunando?” Respondí: “¡No, hijo del Mensajero de Dios!” El Imâm dijo que el primero de Muharram es el mismo día en que Zacarías solicito a Dios le diese un hijo puro y bienhechor. Y Dios aceptó su petición.

﴿ رَبِّ هَبْ لِي مِنْ لَدُنْكَ ذُرِّيَّةً طَيِّبَةً إِنَّكَ سَمِيعُ الدُّعاءِ فَنادَتْهُ الْمَلائِكَةُ وَ هُوَ قائِمٌ يُصَلِّي فِي الْمِحْرابِ أَنَّ اللَّهَ يُبَشِّرُكَ بِيَحْيى ﴾

“¡Señor mío! Concédeme una buena descendencia procedente de Ti; realmente Tú eres el que atiene las súplicas… Al.lah te de buenas nuevas acerca de Îahîâ” (Âli Imrân, 3:38-39).

 Aquél que este día ayune, Dios acepta sus peticiones al igual que lo hizo con las de Zacarías.[1]

 Abu Hamzah preguntó al Imâm Sâdiq (P): “¿A qué punto llegaba la Benevolencia y Clemencia de Dios hacia a Juan, tomando en cuenta la aleya 13 del sura Marîam (19)le dimos el juicio, así como ternura procedente de Nosotros y pureza?” A lo que el Imâm respondió: “Era tal que cuando Îahîâ dijo: -¡Dios mío!- Él le respondió sin demora: - Te escucho. ¡Oh, Îahîâ!”[2]

 El Mensajero de Dios (BPD) respecto a la devoción de Juan hijo Zacarías dice: -Cuando él vio a los rabinos, vestidos con sus ropas y sombreros largos y de lana, que encadenaban sus cuerpos a las columnas de Baîtul Muqaddas (la Casa de Dios en Jerusalén) para estar en reclusión y quedarse en vela por este medio, le solicitó a su madre que le hiciese un vestido como el de ellos para poder entrar a este lugar santo y al igual que los devotos dedicarse a suplicar y al ascetismo. En un principio Zakarîâ se opuso a su demanda, ya que consideraba que era aún muy niño. Empero Îahîâ preguntó a su padre: “¿Acaso seres más pequeños que yo no han muerto en este mundo?” Zacarías al ver la insistencia de su hijo, pidió a su madre que le hiciese un vestido semejante al de los religiosos. Transcurrido un tiempo de que Îahîâ oraba en la Casa Sagrada, adelgazó mucho como consecuencia de los ruegos y desveladas que pasaban; Îahîâ entristecido por su aspecto lloró y suplico a Dios. El Todopoderoso le dijo: “¡Juro por Mi honor! Si supieses que ardor produce el fuego del Infierno, en lugar de vestido de lana, vestirías una armadura metálica”. Relatan que Îahîâ al escuchar esto, lloró tanto al grado que sus mejillas desaparecieron.

 Esta noticia llegó a los oídos de Zakarîâ. Sin demora se dirigió a donde se encontraba su hijo y le dijo: “¡Hijo mío! ¿Por qué te mortificas a ti mismo? Yo pedí a Dios que te hiciera ser la luz de mis ojos”. Îahîâ respondió a su padre: “¿Acaso usted repetidas veces no me ha dicho que entre el Paraíso y el Infierno existe un camino que únicamente los que lloran por temor a Dios pueden traspasarlo?” En ese momento la madre de Îahîâ seco las lágrimas de su hijo con un pedazo de tela burda.

 Relatan que cuando Zakarîâ aconsejaba públicamente a la gente, evitaba hablar del Paraíso y el Infierno ya que el alma Îahîâ era muy sensible. En una ocasión no vio que Îahîâ se encontraba entre la muchedumbre y estando seguro de que su hijo estaba ausente, comenzó a hablar respecto al Infierno. Él dijo: “En el Infierno hay un monte llamado Sakrân, y en este monte hay un desfiladero llamado Gazhbân que enfurece con la Ira de Dios. En ese desfiladero hay un pozo del tamaño de cien años de camino, y dentro de éste se encuentran colocadas cajas de fuego. Así también dentro de estas cajas han colocado otras más pequeñas, vestidos y cadenas de fuego”. En ese momento Îahîâ se levantó y gritó: “¡Pobre de mi! ¡Cómo pude olvidar al Sakrân!” Luego, aturdido y precipitado salió de entre la muchedumbre. Zakarîâ inmediatamente se dirigió a casa y envió a su esposa en busca de Îahîâ, ya que temía que muriese por el exagerado agobio que sintió al escuchar la narración. La madre de Îahîâ salió de su casa, en el camino preguntó a un pastor si no se había topado con su hijo, quien le informó que lo había visto a la orilla del riachuelo suplicando a Dios de la siguiente manera: “¡Dios mío! Nunca beberé agua, hasta que vea el lugar que ocuparé ante ti”. La madre de Îahîâ al ver a su hijo al lado del arroyo, lo abrazó y jurando por Dios le pidió que regresara con ella a casa. Îahîâ cumplió los deseos de su madre, regresó con ella; y después de ingerir alimentos quedó dormido. A la mañana del día siguiente, se despertó tan tarde que casi tuvo que realizar la oración fuera de su hora, pero un ángel le dijo en sueños: “¡Oh, Îahîâ! ¿Quieres a un acompañante mejor que nosotros? Pues levántate y realiza tu oración”. Se levantó de la cama y pidió a Dios que lo perdonase por su distracción. Entonces pidió a su madre que preparase sus ropas de lana ya que tenía la intención de regresar a Baîtul Muqaddas nuevamente para orar. Zakarîâ por su lado pidió a su esposa que hiciese lo que le pedía Îahîâ, ya que él no andaba detrás de los placeres del mundo.[3]

‘Alî el Amir de los Creyentes (P), argumentó: “El Cielo nunca lloró más que por Îahîâ Ibn Zakarîâ y por Husaîn Ibn ‘Alî (P)”.[4]

Tabarsî argumenta: Existen diferentes opiniones respecto a la causa por la cuál Îahîâ fue llamado bajo este nombre (Îahîâ significa vida). Alguno opinan que lo llamaron así ya que Dios curó (o dio vida) a la esterilidad de su madre por medio del nacimiento de él; otros aseguran que Dios revivió su corazón por medio de la fe; y un tercer grupo asegura: “Dios dio vida y alegró su corazón al darle la profecía. Nadie antes que él fue llamado con este nombre”.[5]

Yâsir Jâdim afirma: Escuché al Imâm Ridâ (P) decir: “Los días más difíciles para la gente son tres momentos: (1) El día de su nacimiento, y por primera vez ve el mundo que lo rodean. (2) El día en que deja este mundo y por primera vez experimenta el otro. (3) El día en que sale de la tumba y se enfrenta con leyes y preceptos que nunca antes vio en el mundo algo parecido. Dios en estos tres casos otorgó a Îahîâ seguridad e hizo desaparecer su temor. –

﴿ وَ سَلامٌ عَلَيْهِ يَوْمَ وُلِدَ وَ يَوْمَ يَمُوتُ وَ يَوْمَ يُبْعَثُ حَيًّا ﴾

Paz sobre él el día en que nació, el día de su muerte y el día en que sea devuelto a la vida (Marîam, 19:15). Así también Dios libró a Jesús (P) hijo de María de estas tres cuestiones. –

﴿ وَ السَّلامُ عَلَيَّ يَوْمَ وُلِدْتُ وَ يَوْمَ أَمُوتُ وَ يَوْمَ أُبْعَثُ حَيًّا ﴾

La paz sea sobre mí el día en que nací, el día de mi muerte y el día en que sea devuelto a la vida” (Marîam, 19:33)”.

 El Imâm Ridâ (P) declara: Satanás desde la época de Adán (P) hasta la de Jesús (P) visitaba muy seguido a los profetas. Él utilizó los más sucios agravios e insultos hacia Îahîâ Ibn Zakarîâ. Relatan que en una ocasión Îahîâ pidió a Satanás que todas las tretas y ardides que había utilizado para descarriar a los seres humanos, las pusiera en práctica con él. Al siguiente día Îahîâ se asomó por la ventanilla de la puerta y pudo ver a Satanás que tenía una cara parecida a la del mono y un cuerpo similar al del cerdo; las orillas de sus ojos estaban cortadas y tenía dientes muy grandes dentro de la boca. Le faltaba el mentón y tenía cuatro manos, dos de las cuales las tenía sobre su pecho y las otras dos sobre sus hombros. Así también el tendón que se encuentra detrás de la rodilla, él lo tenía al frente de ésta y los dedos de sus pies en lugar de que hubiesen crecido hacia el frente, crecían hacia atrás. Se había colocado una capa sobre los hombros y un cinturón del cual colgaban varios hilos de diferentes colores, por ejemplo: rojo, amarillo y verde. En su mano llevaba una campana grande, y sobre su cabeza había colocado un huevo y dentro de éste colgaba un pedazo de metal en forma de gancho.

 Îahîâ al ver esta escena preguntó intrigado: “¿Qué significa ese cinturón?” Satanás respondió: “Es algo que los mayusîân (adoradores del sol y fuego) se atan a la cintura, yo lo hice común entre ellos. –Continuó diciendo- Los hilos que le cuelgan, son los preparados con los que se embellecen las mujeres, para que por medio de éstos hagan que los hombres se enamoren de ellas. Y la campana es el símbolo del deleite que sienten los bebedores por el sonido del tambor, la flauta, el oboe y el sitâr (instrumento de tres cuerdas) ya que al escuchar estos instrumentos algunos se levantan y bailan, otros truenan los dedos y otro grupo rompe sus ropas. En ese momento Satanás dijo a Îahîâ: Con este huevo me mantengo lejos de las maldiciones de los creyentes y con este gancho atraigo los corazones puros de la gente”. Sin demora Îahîâ preguntó a Satanás: “¿Acaso has triunfado alguna vez sobre mí?” “¡No! -Le respondió, y continuó diciendo:- Sin embargo en ti existe un hábito el cuál no te permite realizar la oración completa, y pasar las noches en vela, y ese hábito es que comes demasiado antes de ir a la cama”. En ese momento Îahîâ prometió a Dios que mientras tuviese vida no dormiría nunca con el estomago satisfecho. Satanás prometió también que nunca más aconsejaría con la verdad a un ser humano hasta el fin de su existencia.[6]

 El Imâm Bâqir (P) apunta: “La esposa de Zacarías, era hermana de María hija de Imrân (Amrán). Él era uno de los hijos de Mâtân que en esa época era considerado uno de los jefes de los Hijos de Israel. Zacarías pidió a Dios un hijo para que fuese su heredero –

﴿ فَهَبْ لِي مِنْ لَدُنْكَ وَلِيًّا يَرِثُنِي ...﴾

…concédeme de Ti Mismo un heredero quien deberá heredar de mí… (Marîam, 19:6)”.[7]

 El cuarto de los Inmaculados Imâmes, ‘Alî Ibn Al Husaîn (P), expresa: Salimos de Medina con mi padre. Él no se detenía en ningún lugar sin recordar a Juan el hijo de Zacarías. En una ocasión me dijo: “Una de las bajezas del mundo fue cuando obsequiaron la cabeza de Îahîâ a una mujer baja y corrompida de los Banî Isrâ’il”.[8]

 En la obra Ihtiyây está registrado que Sa‘d Ibn ‘Abdul.lah le preguntó al Imâm Esperado (que Al.lah apresure su manifestación) respecto a la interpretación de la aleya “kahîa‘as”. El Imâm le respondió: Cuando Zacarías pronunciaba los benditos nombres de Muhammad, ‘Alî, Fátima y Hasan (P), olvidaba todas sus preocupaciones y dolencias; no obstante cuando llegaba al nombre de Husaîn Ibn ‘Alî (P), se le hacía un nudo en la garganta e involuntariamente comenzaba a llorar. –El Imâm continuó diciendo:- La “k” significa la región de Karbala; la “h” apunta a halâkat (la muerte) y el martirio del príncipe de los mártires; la “î” hace referencia a Îazîd; la “‘a” ‘atash (la sed) del Imâm Husaîn (P); y “s” sabr (la paciencia) de ese Infalible. Han relatado que cuando Zacarías escuchó la narración de que Husaîn (P) sería martirizado, se retiró tres días al templo y todo el tiempo decía: “¡Dios mío, con el martirio de Husaîn pones de luto a los mejores de tu creación, y vistes de negro a ‘Alî y Fátima! ¡Dios mío! Te pido que me concedas un hijo aunque soy ya un anciano, para que sea la luz de mis ojos, entonces cuando muera (mi hijo) haz que me sienta desconsolado y doliente, al igual que harás con tu Mensajero (Muhammad). Después de un tiempo Dios con su Dádiva agració a Zacarías dándole a Juan. Husaîn Ibn ‘Alî (P) y Îahîâ Ibn Zakarîâ (P) los dos fueron seismesinos.[9]

 Wahab cuenta: “Satanás frecuentaba las casas de los Hijos de Israel, y levantaba falsos rumores respecto a Zacarías y María; hasta que la gente comenzó a murmurar que Zacarías era corrupto y pecaba. Zacarías por temor a que la gente atacase su casa se refugió en los desiertos y se ocultó en el tronco de un árbol. Satanás incitó a la gente para que lo persiguiesen hasta que llegaron al árbol señalado. Satanás comenzó a medir el tronco y ordenó a la gente que serrucharan en el lugar donde precisamente se encontraba el corazón de Zacarías. Después de que Zacarías fue martirizado, Dios ordenó a sus ángeles que lavasen su cuerpo y orasen para él durante tres días. Y ésta es una costumbre que se lleva a cabo para todos los Profetas antes de ser enterrados, o sea durante tres días se realizan rezos por ellos”.[10]

 El Imâm Sâdiq (P) expresa: “Después del Profeta Daniel (P) la dirección del pueblo pasó a manos de ‘Uzaîr; entonces Dios Todopoderoso lo mantuvo oculto durante cien años. Después de ese tiempo nuevamente regresó entre la gente. Cuando ‘Uzaîr falleció, pasó un tiempo hasta que vino otro profeta, y en este espacio los Hijos de Israel se vieron sometidos a diversas dificultades, hasta que Îahîâ Ibn Zakarîâ vino al mundo. Cuando Îahîâ era apenas un niño de siete años, daba sermones ante la gente, e indicaba a los Hijos de Israel cuales habían sido sus errores, pecados y desobediencias que eran la causa de sus sufrimientos actuales. Después de esto les dio la noticia de la llegada de Jesús, hijo de María, que sería nombrado profeta veintitantos años más tarde.[11]

 Así también este mismo Imâm declara: “En la época de Îahîâ Ibn Zakarîâ gobernaba un rey que a pesar de que tenía muchas esposas se sentía insatisfecho, hasta que invitó a una mujer liviana a su corte. Un día la mujer liviana pidió a su hija que se maquillase y embelleciese para el rey, y cuando estuviesen disfrutando le pidiese que matase a Îahîâ Ibn Zakarîâ. El rey así lo hizo y ordenó que preparasen un recipiente grande, en el que cortaron la cabeza de Îahîâ. De las venas principales salpicaba tal cantidad de sangre que por más que echaban tierra sobre ésta era imposible detenerla. Relatan que esa sangre siguió fluyendo hasta la llegada del emperador que atacó a los Hijos de Israel, después de haber matado a setenta mil miembros de ese pueblo.[12]

 Así también en una corta narración el sexto de los Inmaculados Imâmes vemos asentado: “Cuando Dios desea ayudar a sus virtuosos, les da la victoria por medio de los hombres más malvados, al igual que el triunfo de Îahîâ Ibn Zacarîâ, por quien Dios tomó venganza a través un rey opresor. Sin embargo, cuando Dios quiere salvar Su religión lo hace por medio de sus virtuosos”.[13]

 En otra narración está registrado que Jesús hijo de María, comisionó a Juan hijo de Zacarías para que acompañado por doce de sus apóstoles dirigiese a la gente, ya que ellos consideraban permitido casarse con las hijas de sus hermanas. El rey de esa época tenía una sobrina muy bella, y pretendía casarse con ella. La hermana del rey pidió a su hija que cuando tuviese relaciones con el rey, le pidiese que matase a Juan. El rey en un principio se opuso a su demanda hasta que por fin, aceptó lo que su sobrina le solicitaba. Luego ordenó que preparasen un recipiente y cortasen la cabeza de Îahîâ en él. Al cortar la cabeza, una gota de sangre cayó sobre el suelo la cuál parecía hervir. En ese estado permaneció hasta el día en que un rey atacó y mató a los de Banî Isrâ’il”.[14]

 El Imâm Bâqir (P) dijo: “Aquel que cortó las patas de la camella del Profeta Sâlih (P), el asesino de Îahîâ Ibn Zakarîâ así como el asesino de ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P) y el de Husaîn Ibn ‘Alî (P), todos ellos eran bastardos. En otras narraciones está registrado que los profetas y sus hijos son asesinados únicamente por medio de los bastardos”. Entonces el Imâm respecto a la aleya

﴿ لَمْ نَجْعَلْ لَهُ مِنْ قَبْلُ سَمِيًّا ﴾

“…No hemos hecho antes a nadie igual a él” (Marîam, 19:7) agregó: “Îahîâ Ibn Zakarîâ (P) y Husaîn Ibn ‘Alî (P) los dos poseían nombres que nadie hasta ese día había escuchado. El cielo lloró durante cuarenta días y noches para éstos dos, y el sol durante el alba y el ocaso se veía rodeado por una aureola roja, de la intensidad del color de la sangre”.[15]

 Mûsâ Ibn Ya‘far (P), el séptimo de los Infalibles, manifestó: “Îahîâ Ibn Zakarîâ lloraba continuamente, y muy pocas veces dejaba ver una sonrisa en sus labios. En cambio Îsâ Ibn Marîam -Jesús hijo de María- siempre sonreía y muy pocas veces lloraba. Debemos saber que el proceder de Jesús hijo de María era mucho mejor que el de Juan”.[16]

 En la obra Al Kâmil está registrado que la primer persona que aceptó a Jesús hijo de María fue Juan hijo de Zacarías. Relatan que cuando Juan se encontraba aun en el vientre de su madre tuvo fe en Jesús que en esos momentos se encontraba en el vientre de la suya.

 En otro relato está la siguiente versión registrada: Él tuvo fe en Jesús a la edad de los tres años. Su comida eran hojas de los árboles y pan de cebada. Cuentan que en una ocasión Satanás dijo a Juan, mientras sostenía un pan de cebada sobre sus manos: “¿Como es que tú presumes de ser devoto, a pesar de que has guardado un pan para ti?” Juan le respondió: “¡Oh, maldito expulsado! Esta es mi comida de un día”. Satanás continuó diciendo: “Para alguien que desea la muerte, con menos de esto es suficiente”. En ese momento Dios envió una revelación a Îahîâ para que meditase en las palabras del Demonio”.[17]

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Llamadas:


[1] ‘Uîûn Ajbâr Ar Rida, t.1, p.268.

[2] Kâfï, t.2, p.534.

[3] Amâlî As Sadûq, p.33: Rûdatul Wâ‘izhînn, p.476; Tanbîhatul Jawâtir, t.2, p.158

[4] Tafsîr Qumî, t.2, p.291.

[5] Mayma‘ul Baîân, vol.2, t.3, p.72.

[6] Amâlî At Tusî, p.216.

[7] Tafsîr Qomî, t.2, p.48.

[8] Mayma‘ul Baîân, vol.3, t.6, p.779.

[9] Ihtiyây, p.463.

[10] ‘Ilal Ash Sharâîa‘, p.80.

[11] Kamâl Ad Dîn, p.158.

[12] Bihâr, t.14, p.181.

[13] Ídem.

[14]Bihâr, t.14, p.182.

[15] Ídem.

[16] Kâfî, t.2, p.665; Mushkâtul Anwâr, p.194.

[17] Al Kâmil, t.1, p.299.