LA TRIBU DE SABÂ Y LA GENTE DE ZARZÂR[1]

‘Amr Ibn Shimr relata lo siguiente del Imâm Sâdiq (P): -¡Ingerí tal cantidad de miel del Yemen que temo que los de mi familia supongan que tengo gula! No obstante no es así. Ese lugar pertenecía a una tribu llamada Zarzâr. Dios los había agraciado con toda Su Dádiva. La gente de Sabâ vivía con holgura y opulencia a tal grado que hacían su pan utilizando únicamente la fécula del trigo; y cada vez que alguien les recordaba el castigo de Dios por malgastar decían: “Mientras corra agua por nuestros ríos, no tememos del hambre”. No transcurrió mucho tiempo que la Ira de Dios cayó sobre ellos secando los ríos de esa región. Dejó de llover y sus verdes plantíos se convirtieron en tierras estériles. La tribu de Zarzâr en la época de sequía se vio obliga a utilizar los residuos de trigo que habían acumulado durante largo tiempo”.[2]

 Sadîr relata haber preguntado en una ocasión al Imâm Bâqir (P) respecto a la aleya:

﴿ فَقالُوا رَبَّنا باعِدْ بَيْنَ أَسْفارِنا وَ ظَلَمُوا أَنْفُسَهُمْ ﴾

“Pero ellos dijeron: Señor nuestro, haz etapas más largas entre nuestras jornadas”.
 (Saba’, 34:19)

Los pudientes de la tribu de Sabâ dijeron: ¡Dios mío! Coloca largas distancias entre nuestras ciudades para que por medio de éstas (distancias) nos veamos obligados a cabalgar y con orgullo pasemos al lado de los necesitados que transcurren a pie los caminos entre las ciudades; pero en realidad ellos fueron déspotas consigo mismos.

 El Imâm le respondió: “Las distancias entre las aldeas de la tribu de Sabâ eran tan cortas que podían divisarse a simple vista. Ellos eran dueños de ciudades que disfrutaban de abundante agua y numerosas riquezas; sin embargo olvidaron los favores que Dios les había otorgado. El Todopoderoso les envió un diluvio destructor. Poco tiempo después las aldeas y sus plantíos se habían transformado en ruinas, y en lugar de los dos grandes jardines frondosos que se encontraban a dos lados de sus viviendas, se encontraron con dos jardines destruidos, con frutas amargas, arbustos de taray y algunos árboles de loto, para que cuando viesen esta escena recordasen los favores que habían perdido.

﴿ فَأَعْرَضُوا فَأَرْسَلْنا عَلَيْهِمْ سَيْلَ الْعَرِمِ وَ بَدَّلْناهُمْ بِجَنَّتَيْهِمْ جَنَّتَيْنِ ذَواتَيْ أُكُلٍ خَمْطٍ وَ أَثْلٍ وَ شَيْ‏ءٍ مِنْ سِدْرٍ قَلِيلٍ ذلِكَ جَزَيْناهُمْ بِما كَفَرُوا وَ هَلْ نُجازِي إِلاَّ الْكَفُورَ ﴾

“Pero ellos se desviaron, así que Nosotros enviamos sobre ellos un violento torrente, y en lugar de sus dos jardines les dimos dos jardines que producían frutos amargos y tamarisco en crecimiento y algunos árboles de lote. Con esto Nosotros los retribuimos porque fueron desagradecidos…” (Saba’, 34:16-17)[3]

 Los habitantes de Zarzâr fueron la gente de Sabâ que Dios hace mención en su Sagrado Libro. El Rey Salomón (P) construyó para ellos un gran dique en el Yemen utilizando para su construcción grandes rocas y cal. El agua de la presa era distribuida a los jardines por medio de canales. Relatan que cada uno de esos jardines era tan grande que el caminante tardaba diez días para transcurrirlo. Durante todo el camino, como consecuencia de la gran cantidad de árboles enmarañados, los rayos del sol nunca molestaban los transeúntes. Sus árboles estaban tan cargados de frutas que cuando una mujer pasaba con su canasta sobre la cabeza, ésta se involuntariamente se llenaba de fruta.

 En la región de Sabâ, no existían moscas ni mosquitos, pulgas ni escorpiones, ni tampoco víboras. Ésta se componía de quince aldeas que a cada una de las cuales había sido enviado un Profeta para dirigirlos. Sin embargo acostumbraban a mofarse de ellos con insolencia, hasta el día en que Dios les envió un gran diluvio. Relatan que en las cercanías de la ciudad de la tribu de Sabâ, había dos cordilleras, y como resultado de las lluvias, gran cantidad de agua se acumulaba entre estas dos. Ahí construyeron un dique para que en cualquier momento que necesitasen de agua la tuviesen. Empero, después de que echaron a los Profetas, Dios comisionó a una gran rata para que agujerara el dique y al derrumbarse éste se ahogara toda esa gente desagradecida.[4]

 Algunos relatan que el dique fue construido por orden de Belqîs, y que Dios en lugar de los dos grandes jardines frondosos, les dio arbustos como el tamarisco y loto. Ibn ‘Âmr, conocido como Ibn Mâ’as-Samâ’, después de que el religioso Tarîfah le anunció que muy pronto caería un diluvio y que destruiría la presa “Mâ’rab” en el Yemen y arruinaría los dos grandes jardines de la tribu de Sabâ, emigró hacia La Meca acompañado de su familia y pertenencias. Después de un tiempo transcurrido se vieron dolientes de alta fiebre, pidieron ayuda al religioso Tarîfah y le reprocharon el haberles propuesto que se dirigiesen hacia un lugar del cuál no estaban enterados de la enfermedad que lo azotaba y de su curación.

 Tarîfah les recomendó que aquel que tuviese un fuerte propósito y poseyese un buen camello y alimento suficiente, se dirigiese hacia la tribu de Azad que habitaba en Omán. Y aquel que pudiese soportar las dificultades, se dirigiese hacia Batn Marraw, donde se encontraba la tribu de Jazâ‘ah, donde crecían los arbustos de tamarisco y otros parecidos. Aquel que anduviese en busca de las grandes y sólidas montañas, llenas de flores y frutos en época de sequía (se refiere a las palmeras de dátil), debería dirigirse a Yatrib (Medina actual) que contaba con incontables palmeras. Ahí habitaban las tribus Ûs y Jazray; y aquel que anduviese tras del vino, el gobierno, la corona y la seda, debería dirigirse hacia Basrî y ‘Awîr en Shâm (Damasco actual), ya que en ese lugar se encontraba la familia de Yafanat Ibn Gassân, y agregó: “…Cada uno de vosotros que desee vestir ropas delicadas y montar caballos de la raza pura sangre, poseer grandes riquezas y derramar sangre, deberá dirigirse hacia Irak, ahí se encuentran la familia de Yazîmatul Abrash, Âli Mahrûq y grupo de la gente de Hîrah”.[5]

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Llamadas


[1] Zarzâr significa riachuelo; así también le llaman así a alguien que habla en forma incoherente e inmoral. La gente de Zarzâr fue una tribu que hacían pan con la fécula del trigo. (Safînatul Bihâr, t.1, p.130.

[2] Mahâsin, p.586.

[3] Kâfî, t. 8, p.323, y t.2, p.274; Bihâr , t.14, p.145.

[4] Mayma‘ul Baîân, vol.4, t.8, p.606.

[5] Ídem.