LA VIDA DE LUQMÂN AL HAKÎM (EL SABIO)

LA HISTORIA DE LUQMÂN Y SU ERUDICIÓN

وَ لَقَدْ آتَيْنا لُقْمانَ الْحِكْمَةَ أَنِ اشْكُرْ لِلَّهِ وَ مَنْ يَشْكُرْ فَإِنَّما يَشْكُرُ لِنَفْسِهِ وَ مَنْ كَفَرَ فَإِنَّ اللَّهَ غَنِيٌّ حَمِيدٌ

“Y sin duda Nosotros dimos sabiduría a Luqmân, diciendo: Sé agradecido con Al.lah. Y quienquiera que es agradecido, lo es por su propia alma; y quienquiera que niega, entonces ciertamente Al.lah es Autosificiente, Digno de ser Alabado.” (Luqmân, 31:12)

Hammâd relata lo siguiente del Imâm Sâdiq (P): “La sabiduría Divina otorgada a Luqmân no fue porque ocupaba una alta jerarquía ni tampoco por poseer grandes riquezas, sino porque era un hombre abstinente y temeroso de Dios. La mayor parte del tiempo lo pasaba meditando. Nunca dormía durante el día, ni tampoco los sucesos ocurridos en el mundo lo obligaron a alegrar o entristecer en demasía. Tampoco se vio que vacilara o que se burlara de alguien. Luqmân se casó repetidas veces y tuvo numerosos hijos, la mayoría de ellos murieron siendo unos niños. Aún así, nunca lloró por ninguno de sus seres queridos. Cuando dos personas se enemistaban, arbitraba entre ellos para contentarlas. Cuando escuchaba a otro decir algo, nunca lo desmentía, sino que a cambio le pedía que mencionase la fuente de la cuál había extraído sus palabras. Participaba demasiado en las reuniones de los indigentes y sabios. Él honraba a los gobernantes y únicamente hablaba cuando estaba seguro que sus palabras influirían en la persona. Se ha dicho que en una ocasión Dios envió durante el día a un grupo de sus ángeles hacia Luqmân para que le preguntasen: “¿Acaso estas dispuesto a juzgar entre la gente bajo el título de Jalifatul.lah (representante de Dios) en la Tierra?” Luqmân respondió a los ángeles: “Si Dios me ordena hacerlo, sin duda acepto obedecer Su orden. No obstante, si pide mi opinión entre aceptar o rehusar, indudablemente lo rechazo, ya que el puesto de juzgar es el paso más difícil de esta vida, y una gran prueba”.

Una noche Dios colocó a Luqmân el manto de la sabiduría. Él dirigía a la gente por el camino recto manifestando sabias palabras. Por otra parte Dios hizo esta misma proposición a David pero él, contrario a Luqmân, aceptó el puesto de juez y más tarde cuando enjuició se enfrentó con diversos problemas. Él repetidas veces al encontrarse con Luqmân le dijo: “¡Que afortunado eres! Te viste favorecido tanto con la sabiduría de Dios, que alejaste de ti los infortunios y problemas”.

Entre los consejos que Luqmân dio a su hijo podemos mencionar las siguientes frases: “¡Hijo mío! Desde el día en que viniste al mundo, has dado la espalda al mundo y orientado tu cara hacia la otra vida. Y la casa a la cuál te diriges, se encuentra mucho más cerca que la casa que dejaste.

“¡Hijo mío! Participa en las reuniones de los sabios y nunca discutas con ellos. Toma del mundo la cantidad que te haga ser suficiente, y no te veas necesitado de pedir ayuda a los demás. Ayuna al grado que puedas controlar tus deseos, no al grado de perder la dulzura de la oración, ya que la oración ante Dios es mucho más virtuosa que el ayuno.

“¡Hijo mío! El mundo es un profundo océano en el cuál muchos se han ahogado. Entonces construye tu barca con la fe, cuyas velas sean la esperanza en Dios, y que tus provisiones para el camino sean la abstinencia por Dios. Sabe que si encuentras la salvación en este camino fue un favor de Dios hacia ti, y si sucumbes, fueron los numerosos pecados los que te cerraron el camino.

“¡Hijo mío! Si durante la niñez te fue ofrecida educación, cuando seas grande verás la ganancia de ésta.

“¡Hijo mío! Teme en tu corazón a Dios de tal forma que si el día del Juicio Final te presentases llevando todos los actos buenos de todos los hombres y los genios, aún así, dudes de ti mismo. Y ten esperanzas en Dios al grado que si el día del Juicio Final te presentases llevando todos los pecados de los hombres y los genios, guardes aún la esperanza de que Dios te perdonará”.

En ese momento el hijo de Luqmân preguntó a su padre: “¿Cómo es posible que una persona experimente estos dos estados en un mismo momento?” Luqmân le respondió: “¡Hijo mío! Si al corazón del hombre creyente lo partiesen por la mitad, verían que éste tiene dos aberturas de luz, la luz del temor y la luz de la esperanza. Y si quisieses compararlas, sin duda ninguna es mejor que la otra.

“¡Hijo mío! No te sometas al mundo, ya que él es la creación más baja del Creador. ¿Acaso no has observado como Dios negó a aquellos que lo obedecen los favores mundanales como recompensa, y no colocó las calamidades y desgracias de este mundo como castigo de los pecadores?”[1]

El Imâm Sâdiq (P) manifestó: Entre los consejos que Luqmân dio a su hijo Nâtân están los siguientes: “¡Hijo mío! Tu arma ante el enemigo sobre el cuál quiere triunfar, debe ser la moderación y que muestres estar de acuerdo con él. Nunca hagas llegar a sus oídos que quieres cortar tus relaciones con él, pues en este caso se enterará de tus proyectos y se preparará para atacarte.

“¡Hijo mío! Yo he llevado cargas muy pesadas tales como grandes rocas y pedazos de hierro. Pero ninguna de éstas me ha pesado tanto como las molestias de un mal vecino. Yo he probado muchas amarguras, pero ninguna de éstas me molestó tanto como la pobreza e indigencia.

“¡Hijo mío! Escoge mil amigos para ti (pues no son muchos), pero evita a los enemigos, ya que de los enemigos uno es demasiado”.[2]

El Amir de los Creyentes, ‘Alî (P), declamó un poema basándose en las palabras de Luqmân que dice así:

“Escoge a muchos como hermano, puesto que ellos serán un poderoso respaldo para ti y te ayudarán cuando necesites de su ayuda,  para el hombre son pocos incluso mil amigos juntos,  sin embargo, uno entre los enemigo es demasiado para él”.[3]

Así también este mismo Imâm menciona algunos consejos de Luqmân y dice: “¡Hijo mío! Aquél cuya seguridad es débil respecto al sustento de Dios, deberá saber lo siguiente: El Dios que lo ayudó en las tres fases anteriores muy pronto lo ayudará también en la cuarta. La primera fase fue cuando él se encontraba en la matriz de su madre “fî qarârim maquîn – que pusimos en un lugar seguro” (Al Mursalât, 77:21), de tal forma que el calor y el frío no lo molestaban, y pudo crecer alimentándose con la abundante leche de su madre. La segunda fase, cuando fue destetado y sus padres con excesiva bondad iban en busca del pan de cada día y demás necesidades de éste, de tal forma que en muchas ocasiones se privaban de lo suyo para que él tuviese comodidades. Y la tercera fase, cuando llegó a la edad de la adolescencia y comenzó a trabajar y sustentar a su familia, si bien en este camino por temor a que fuese insuficiente o se suspendiera su sustento, gastaba poco, ya que no estaba seguro que Dios después de cada restricción lo favorecería con una riqueza más completa”.

El Imâm Bâqir (P) aseguró: Luqmân aconsejó a su hijo de la siguiente forma: “¡Hijo mío! Si en tu corazón dudas de la muerte, entonces prohíbete dormir; sin duda no podrás hacerlo. Si dudas que el día del Juicio Final resucitarás, entonces aleja de ti el estado de conciencia (o vigilia: es decir, que permanezca dormido); sin duda no podrás hacerlo. Luego, si meditas un poco sobre este respecto, te percatarás que es algo fuera de tu control, ya que dormir es una manera de morir y despertar después de dormir es un ejemplo de resucitar después de la muerte.

“¡Hijo mío! No te acerques tanto que ocasione tu separación, ni te separes tanto que seas despreciado. No desenvaines tu espada a menos que sea ante el tirano merecedor de esto”.[4]

El Imâm Sâdiq (P) relata de Luqmân lo siguiente: “¡Hijo mío! No designes como tu mensajero a un necio (un tonto), y en caso de no encontrar a un hombre inteligente, tú mismo lleva el mensaje”.[5] Este mismo Imâm sostiene respecto a Luqmân Hakîm y sus lecciones: “¡Hijo mío! Cuando en el camino se encuentren indecisos y desorientados, mediten un poco y consulten unos con otros. Y si en medio camino se tropiezan con un viajero, no consulten con éste, ya que él mismo se encuentra dudoso y desorientado, y muchas veces sucede que él mismo es espía del enemigo o enviado del Demonio. Así también no estén seguros al escuchar el testimonio de dos hombres, a menos que encuentren seguridad en sus razones.

“¡Hijo mío! Realiza tu oración en su momento, ya que la oración es una deuda que debes y hasta donde te sea posible realízala en forma colectiva.

“¡Hijo mío! Nunca duermas sobre tu montura, a menos que te encuentres detenido en un lugar. Cada vez que hubieses llegado a una morada en el camino, alimenta a tu cabalgadura antes de alimentarte tú mismo. Y antes de ponerte a descansar, realiza dos ciclos de oración como agradecimiento a Dios.

“¡Hijo mío! Cuando tu cuerpo quiera hacer una necesidad, busca hasta encontrar el lugar adecuado. Cuando pretendas viajar, realiza dos ciclos de oración, y despídete de la tierra que dejarás así como de tu familia, ya que en cada rincón de la tierra se encuentran los ángeles de Dios.

“¡Hijo mío! Evita viajar cuando se está poniendo el Sol y cuando te encuentres viajando descansa desde la media noche hasta el amanecer.

“¡Hijo mío! Recuerda que no debes alzar tu voz durante el viaje”.[6]

Tabarsî expresa: Existen diferentes puntos de vista respecto a Luqmân. Algunos sostienen que él únicamente fue un sabio devoto y no llegó a ocupar la jerarquía de un profeta. Un grupo también lo considera un Enviado de Dios, otros afirman que era un siervo de color procedente de Etiopía que vivió en la época del Profeta David (P). En algunas narraciones está registrado que mucha gente preguntó a Luqmân: “¿Acaso tú no te ocupabas del pastoreo entre nosotros? Entonces ¿cómo has obtenido toda esta sabiduría?” Respondió: “Llegué a obtener esta jerarquía como consecuencia de la confianza que los demás me tienen, la veracidad en mis palabras y el silencio que guardo ante aquello que no me incumbe”. Algunos opinan que Luqmân era sobrino o primo materno del Profeta Job (P).

Se ha registrado la siguiente narración del Mensajero del Islam (BP) que dice: “Luqmân no fue un mensajero de Dios. Sin embargo, fue un siervo que llego a obtener la seguridad íntegra (de la existencia de Dios). Él meditaba en demasía, y el amor a Dios se había apoderado de todo su cuerpo”. Se ha relatado que en una ocasión el sirviente de Luqmân le pidió le diese la mejor parte del cordero sacrificado. Luqmân le regaló el corazón y la lengua del animal. Entonces el sirviente le pidió le diese las peores partes del cordero. Luqmân nuevamente le regaló el corazón y la lengua del animal. En ese momento Luqmân agregó: “Estas dos partes son las más importantes del cuerpo; si son puras nada se les podrá igualar en pureza y si se corrompen, nada se les igualará en impureza”. Se ha reseñado que en una ocasión el sirviente de Luqmân salió para hacer las necesidades físicas. Cuando Luqmân se percató de su tardanza le aconsejó: “Sentarse demasiado para hacer las necesidades del cuerpo ocasiona dolor en el hígado y hemorroides, por ello no ocupes mucho tiempo en esto”.

‘Abdul.lah Ibn Dînar argumenta: En una ocasión que Luqmân regresaba de un viaje, en el camino se encontró con su sirviente. Entonces le preguntó por la salud de su padre, a lo cuál el sirviente respondió: “¡Ha muerto!” Luqmân después de escuchar la noticia dijo: “¡Ahora debo atender yo mismo mis asuntos!” Enseguida preguntó al sirviente respecto a su esposa; el sirviente le informó: “¡Ella también murió!” Luqmân dijo: “¡Debo escoger otra esposa!” Preguntó por su hermana. Cuando le informó que su hermana también había fallecido dijo: “¡Ha sido enterrado el velo de mi humildad!” Indagó respecto a su hermano; le informó que su hermano también feneció, entonces expresó: “¡Se ha ido mi apoyo!”

Un hombre dijo a Luqmân: “¡Que feo eres!” Luqmân replicó: “¿Tú criticas lo creado o al Creador?”

Se ha relatado que en una ocasión Luqmân llegó a donde se encontraba David (P) tejiendo una coraza. En un principio Luqmân quería abrir la plática, pero mantuvo silencio y permitió que David (P) terminara su trabajo. Entonces le dijo: “Tú eres un experto en tejer las corazas. –Continuó diciendo- Guardar silencio es una de las puertas de la sabiduría, no obstante pocos son los que lo valoran”.[7]

Mas‘ûdî opina: Luqmân fue un hombre de Barbar (región en el norte de África) y vino al mundo el décimo año del gobierno de David (P). Él fue un siervo indulgente, que pasó la mayor parte de su vida retirado en los desiertos, hasta que en la época de Îûnus Ibn Matâ (el Profeta Jonás) fue elegido y enviado para la gente de Nínive en Mosul (Irak). Como ejemplo de su sabiduría podemos mencionar las siguientes frases:

“¡Hijo mío! Los hombres anteriores a ti tuvieron numerosos hijos. Sin embargo, ninguno de ellos permaneció para éstos. Sabe que tú eres el único siervo mercenario que por tu buen comportamiento recibirá una paga. Entonces realiza tu trabajo en forma completa para que seas merecedor de una íntegra gratificación, y ten cuidado que en este mundo no te asemejes al cordero que después de engordar lo sacrifican. Considera al mundo como un puente necesario para cruzar el agua. Y sabe que mañana, el día del Juicio Final serás amonestado respecto a cuatro cuestiones: tu juventud, en que camino la empleaste; tu vida, en que la aniquilaste; tu riqueza, en que camino la obtuviste y en que la gastaste”.[8]

Luqmân en una de sus cortas exhortaciones dijo: “Es mejor que un sabio te ataque a golpes a que un necio te acaricie y te aromatice con su perfume.”.[9]

“¡Hijo mío! Nunca te metas con tu sirvienta, a pesar de que te seduzca; jamás digas a tu mujer tu secreto; y no elijas el portal de tu casa como sitial.

“¡Hijo mío! Hasta el día de hoy has aprendido siete mil consejos. Es suficiente que de entre éstos no olvides cuatro para que entres conmigo al Paraíso: a) construye sólida tu barca, puesto que te espera un mar profundo y tempestuoso; b) lleva contigo una carga pequeña, ya que te espera un fuerte castigo; c) porta las provisiones suficientes, ya que te espera un largo camino; d) sé impecable en tus actos, pues un criticador sutil está al pendiente de tus acciones”.[10]

En la obra Baîân at Tanzîl de Ibn Shahr Âshûb está registrado que el primer consejo dado por Luqmân, fue al comerciante que estando ebrio apostó con su criado de confianza beber toda el agua del mar, y si no lo cumplía le entregaría a su esposa, hijos y riquezas. Cuando el comerciante recuperó su juicio, se arrepintió de lo que había apostado; pero su criado exigía que el comerciante cumpliese su promesa. Por otra parte Luqmân, que se había enterado de lo sucedido, aceptó aconsejarlo en caso de que éste abandonara su vicio. Relatan que Luqmân dijo al comerciante: “Pregunta a tu criado, si debes tomar la cantidad de agua existente en el mar cuando apostaron o la cantidad que contiene el día de hoy. Sin duda te responderá, la cantidad de ese día. Entonces infórmale que esperarás a que prepare la cantidad de agua de ese día para que la bebas”.[11]


[1]Tafsîr Qumî, t.2, p.162.

[2] Amâlî Sâdûq, p.532.

[3]Amâlî Sâdûq, p.532.

[4] Bihâr, t.13, p.417.

[5] Bihâr, t.13, p.421

[6] Kâfî, t.8, p.348.

[7]Mayma‘ul Baîân, vol.4, t.8, p.495..

[8] Kâfî, t.2, p.134; Tanbîhatul Jawâtir, t.2, h.194.

[9] Tanbih Al Jawâtir, t.2, p.26.

[10] Ijtisâs, p.336-341.

[11] Bihâr, t.13, p.433, según lo registrado en la obra Baîân at Tanzîl.