LA VIDA DEL PROFETA AÎÎÛB (JOB)

﴿ وَ أَيُّوبَ إِذْ نادى رَبَّهُ أَنِّي مَسَّنِيَ الضُّرُّ وَ أَنْتَ أَرْحَمُ الرَّاحِمِينَ فَاسْتَجَبْنا لَهُ فَكَشَفْنا ما بِهِ مِنْ ضُرٍّ وَ آتَيْناهُ أَهْلَهُ وَ مِثْلَهُمْ مَعَهُمْ رَحْمَةً مِنْ عِنْدِنا وَ ذِكْرى لِلْعابِدِينَ ﴾

¡Oh Mensajero de Dios!: “Acuérdate de cuando Job (P) invocó a su Señor: “¡Por cierto que la adversidad me ha azotado, pero tú eres el más Misericordioso de los misericordiosos!” Y le respondimos y le libramos del mal que le aquejaba, y le restituimos a su familia duplicándosela, por añadidura, en virtud de nuestra misericordia, y para que sirviese de exhortación a los adoradores” (21:83-84)

﴿ وَ اذْكُرْ عَبْدَنا أَيُّوبَ إِذْ نادى رَبَّهُ أَنِّي مَسَّنِيَ الشَّيْطانُ بِنُصْبٍ وَ عَذابٍ ارْكُضْ بِرِجْلِكَ هذا مُغْتَسَلٌ بارِدٌ وَ شَرابٌ وَ وَهَبْنا لَهُ أَهْلَهُ وَ مِثْلَهُمْ مَعَهُمْ رَحْمَةً مِنَّا وَ ذِكْرى لأُِولِي الأَْلْبابِ وَ خُذْ بِيَدِكَ ضِغْثاً فَاضْرِبْ بِهِ وَ لا تَحْنَثْ إِنَّا وَجَدْناهُ صابِراً نِعْمَ الْعَبْدُ إِنَّهُ أَوَّابٌ ﴾

¡Oh, Mensajero de Dios!: Y acuérdate de nuestro siervo Job (P), cuando clamó a su Señor, diciendo: “¡Por cierto que Satán me aflige con pena y dolor!” Le ordenamos: “¡Golpea la tierra con tu pie! ¡He aquí un manantial de agua fresca para bañar (y otro para) beber!”… Y dijimos a Aîîûb: “¡Y toma una gavilla y castiga con ella a tu mujer, y no perjures!” Por cierto que le hallamos perseverante. ¡Qué excelente siervo, porque fue contrito! (38:41-44).

Tabarsî en la interpretación de la aleya “me aflige con pena y dolor” asegura que se refiere a una angustia y gran padecimiento. Otros exegetas lo interpretan como una tentación del Demonio. Un tercer grupo la explica como “un castigo muy largo” y “no será agraciado con la benevolencia Divina”. Existe otro grupo que sostiene que las penas y enfermedades de Job (P) eran porque durante todo ese tiempo y desde un principio agradeció a Dios por Sus favores. Aseguran que su enfermedad era tan grave que la gente se había alejado de él, y que el Demonio tentó a la gente y les hizo creer que Job (P) estaba infectado, para que lo apartasen. Pero no así a su esposa. Job (P), al ver la reacción de su pueblo, entristeció pero aún así se mostró paciente y no protestó en lo mínimo ante el deseo de Dios.[1]

Qatâdah dijo: “La enfermedad de Job (P) duró siete años”. Esta misma narración está registrada del Imâm Sâdiq (P). En la interpretación de la aleya: “He aquí un manantial de agua fresca para baño y beber” han dicho: Job (P) golpeó la tierra con su pie, repentinamente vio que de la tierra comenzó a manar agua.

“Y toma una gavilla…”. Al escuchar las palabras de su esposa, el Profeta Job (P) prometió que cuando terminara el período de recuperación, le daría cien latigazos. Pero Dios le envió una revelación diciendo que pusiese cien varas juntas y la golpease una sola vez para que de esta forma cumpliese su promesa.

Ibn ‘Abbas manifestó: “La causa de este acto fue que el Demonio se le apareció a la esposa de Job (P) en forma de un bello mozo y le dijo que estaba dispuesto a curar a Job (P) con la condición de que después de que se recuperara, Job (P) aceptara que él lo había curado. La esposa de Job (P) aceptó la propuesta del Demonio. Éste fue a visitar a Job (P). Él se encolerizó al ver el atrevimiento del Demonio y al observar como su esposa lo obedecía en todo. Entonces juró que la azotaría”.[2]

El Imâm Sâdiq (P) argumenta: “Dios contaminará a cada creyente con diferentes adversidades, y decidirá para él cualquier muerte. Pero nunca trastornará el intelecto ni juicio de éste. Job (P), a pesar de que le habían quitado a sus hijos, bienes y fortuna, continuaba declarando y admitiendo la Unicidad de Dios con sentido común”.[3]

Así también este mismo Imâm expuso: -El Día del Juicio Final preguntarán a las mujeres que fueron atraídas a la perdición: “¿Por qué os maquillabais para los hombres?” Ellas responderán: “Nuestros bellos rostros fueron los que nos llevaron a la perdición”. Entonces ordenan que María madre de Jesús (P) se presente ante ellas y les dicen: “¿Acaso María no es más bella que vosotras? Luego ¿por qué ella no fue de las ligeras?” Posteriormente esta misma cuestión será interrogada a los hombres, y ellos se disculparán con la misma excusa que las mujeres lo hicieron, y cuando Îûsuf o José se presente ante ellos el declamador les preguntará en voz alta: “¿Acaso Îûsuf no es más bello que vosotros? Luego ¿por qué él no fue de los perdidos?” En aquél momento llega el turno de aquellos que sufrieron en demasía, aquellos que como consecuencia de la presión de los problemas habían aceptado humillarse. Les preguntarán: “¿Acaso vosotros sufristeis al igual que Job (P)? Entonces ¿por qué el no se quejó y vivió casto?”[4]

Abû Basîr preguntó al Imâm Sâdiq (P): “¿Cuál fue la razón por la que Job (P) se vio afectado por tanta pena y sufrimiento en este mundo?”

El Imâm respondió: “Por las bendiciones y favores que Dios le otorgó, las cuales él agradecía. En aquella época las puertas del Empíreo se encontraban aún abiertas para el Demonio, y al ver que Job (P) daba gracias a Dios en demasía y observar la jerarquía que ocupaba éste en el Empíreo, el Demonio sintió envidia hacia él. Entonces le dijo a Dios: -¡Todo este agradecimiento por parte de Job (P) es por los favores que Le has otorgado. Pero cuando lo hagas necesitado de todos éstos, sin duda dejará de agradecerte! Por tanto, ¡haz que predomine sobre las pertenencias de Job (P) en este mundo, para que puedas ver que digo la verdad!” Dios otorgó al Demonio el dominio sobre los hijos y bienes de Job (P), en tal forma que en un corto tiempo terminó con todos éstos. Job (P) por su parte incrementó su agradecimiento hacia Dios.

El Demonio convirtió en cenizas los plantíos y jardines de éste, pero aún así, no escuchó queja alguna de los labios de Job (P). Poco tiempo después lo invadió de una grave enfermedad en tal forma que todo su cuerpo se llenó de pústulas. La gente molesta por el mal olor que despedían éstas, lo trasladaron a un terreno baldío fuera de la ciudad.

La mujer de Job (P), “Rahmat” hija de Îûsuf (P), ayudaba a su esposo con las limosnas que recolectaba. El Demonio que observaba la resistencia de Job (P) decidió, de cualquier forma que fuese, descubrir el secreto de la sumisión y paciencia de éste. Por ello acompañado de un grupo de religiosos a los que había engañado, se dirigieron hacia donde se encontraba Job (P) montados en mulas de color oscuro. Cuando llegaron a su destino preguntaron a Job (P): “¿Infórmanos qué falta realizaste por la cual has sido castigado con tantos y tan diversos sufrimientos y dificultades? No hemos visto a nadie ser castigado en esta forma. ¡Dinos la verdad!”

Job (P) en respuesta observó: “Juro por mi Creador que nunca hubo sobre mi mesa alimento alguno a menos que en ésta estuviesen un grupo de huérfanos o necesitados, y cada vez que me vi obligado a decidir por mí mismo entre dos actos para obedecer a Dios, siempre preferí el más complicado”. En ese momento, un joven que acompañaba a este grupo gritó: “¡Vuestra situación es horrible! ¿Habéis venido a ver al Mensajero de Dios para agredirlo y él se vea obligado a descorrer los velos y mostrarnos en que forma adora a su Creador?”

Job (P) pidió a Dios que sus respuestas pudiesen persuadir a sus contrarios e interrogadores. Dios le otorgó un argumento para que sus enemigos se rindiesen ante él. Él ordenó a una nube que acompañase a Job (P) a cualquier lugar a donde fuese. De entre esa nube un ángel hablaba con Job (P) en diez mil lenguas diferentes. Job (P) para agradecer este favor Divino se arrodilló y dijo: “¡Dios mío! ¿Me agraciaste con todos estos sufrimientos ya que sabes que yo elegiré el más difícil entre dos actos que pones ante mí y sabes que nunca probé alimento alguno a menos que en la mesa estuviesen sentados algunos huérfanos?”. Se dejó oír una voz del Cielo que decía: “¿Quién fue aquél que te dio a probar la dulzura de la adoración, mientras que la gente no lo comprendía? Por tanto ¿cómo es que pretendes hacer un favor a Dios? ¡Es Dios el que te ha hecho un favor!”

Job (P) al escuchar estas palabras llenó su boca de tierra y confesó el derecho, la gracia y el favor de Dios hacia él. Dios también como agradecimiento a Job (P) hizo manar una fuente bajo sus pies para que se lavase con su agua. No transcurrido mucho tiempo recobró la salud y le fueron devueltos sus familiares, hijos, bienes y tierras. Ahora los reyes se agraciaban con sus palabras.

Cuando la esposa de Job (P) se enteró de que había recuperado la salud, sin demora se dirigió hacia él, y agradeció a Dios por éste favor. Cuando los ojos de Job (P) vieron a su esposa, y se percataron de que ella había perdido sus largos cabellos, la ira se apoderó de todo su cuerpo y juró que la castigaría con cien latigazos. Rahmat le explicó que un día se dirigió al pueblo para conseguir víveres y ellos aceptaron dárselos a cambio de sus cabellos. Job (P) por un lado, entristeció por el mal comportamiento que su pueblo mantuvo hacia ella, y por otro, no sabía como romper su juramento hasta que por orden de Dios formó un manojo de cien varas de dátil y con éste la castigó golpeándola una sola vez.

“Y le concedimos que recuperara a su familia y otro tanto más con ellos, como misericordia procedente de Nos y recuerdo para los que saben reconocer lo esencial”. (38:43)

Después de que Job (P) recuperó la salud, le preguntaron: “¿Durante tu enfermedad qué fue lo que más te molestaba?” Respondió: “La mofa de los enemigos”.

En una narración está registrado que Dios hizo bajar para Job (P) una cantidad innumerable de alfombras tejidas con hilo de oro y cada vez que el viento se llevaba consigo a una de éstas, Job (P) la regresaba y volvía a extenderla. Y como respuesta al Arcángel Gabriel cuando preguntaba: “¿No te encuentras satisfecho de todo esto?” Respondía: “¿Acaso alguien se satisface de aquello que Dios destina como sustento especialmente para él?”[5]

Ibn Abbas manifestó: “Dios retornó la juventud a la mujer de Job en tal forma que pudo traer a veintiséis hijos varones al mundo para él. Así también Job (P) había tenido siete hijos varones y siete mujeres que todos ellos habían fallecido, pero Dios los regresó a él y a su mujer”.[6]

El Imâm Sâdiq P) manifestó: “Job (P) durante siete años se vio afectado por diversas dificultades sin haber cometido ninguna falta”.[7] Y así también argumentó: “Job (P) sin haber incurrido en falta alguna, se vio afectado por inconvenientes y desdichas, y mostró tanta paciencia ante todas estas adversidades y tormentos, lo cuál ocasionó que la gente lo molestase”.[8]

El Imâm Sâdiq (P) argumentó: “Contrario a lo que se dice, Job (P) a pesar de estar tan enfermo, nunca nadie percibió algún mal olor de él, ni tampoco su rostro se volvió desagradable. Jamás su cuerpo expidió humor o sangre y ninguna vez dijo alguien que no quisiese sentarse junto a él, ya que una situación tal nunca se presentará para un Enviado de Dios. La gente que se alejó de él únicamente porque había perdido todas sus riquezas externas, pero ésta ignoraba que la verdadera riqueza y tesoros Divinos se encontraban en su poder”.

El Mensajero de Dios (BPD) dijo: “Aquellos de la gente que se encuentran expuestos a las más grandes calamidades son los Profetas. Después, aquellos que están cerca de éstos en cuanto a excelencia y perfección. Dios afectó a Job (P) con las peores tragedias, y hasta que la gente vio nuevamente la grandeza y gloria, no entendieron la razón de su devoción; ya que la recompensa Divina es otorgada a los siervos en dos formas: Una por merecimiento de su existencia y otra por las características que se encuentran en la esencia de algunas personas dignas. Otro de los aspectos que encierran los sufrimientos de Job (P) es que después de él no volvieron a humillar a ningún indigente, enfermo o débil. Ya que es Dios Todopoderoso es el que da la enfermedad y la salud a quien Él desea, y en Sus actos sabe perfectamente aquello que es conveniente para Su siervo”.[9]

En Al Kâfî se registra una narración del Imâm Sâdiq (P) de la siguiente manera: “Después de que Job (P) recuperó la salud, vio que la tribu de Banî Isrâ’îl se dedicaba a cultivar sus campos. Él pidió a Dios que le permitiese sembrar sus tierras al igual que ellos lo hacían. Dios le envió diferentes granos salobres. Job (P) sembró un puño de estas semillas, poco después las semillas de lentejas se dejaron ver salir de la tierra”.[10]

El Imâm Sâdiq (P) dijo. “Job (P) no pidió a Dios la salud por ninguna de las calamidades que le fueron designadas”.[11]

Un grupo como ejemplo ‘Alam Al Hudâ rechaza que el Demonio predominara sobre Job (P) y que éste hubiese sido el que terminó con su familia y bienes. Así también refuta aquello que algunos sostienen respecto a que el Demonio fue quien hizo que enfermara Job (P), ya que el único que posee el poder para hacer esto es Dios Glorificado Sea, y fue Él quien lo puso a prueba para evidenciar su resistencia, obtener la jerarquía de los “pacientes” y ser merecedor de la gran recompensa Divina. A pesar de esto, no debemos pasar de alto el hecho de que a veces los hombres durante la historia dañaron los cuerpos de los Enviados de Dios, y en algunas ocasiones inclusive los mataron. Por lo tanto, es posible que el Demonio lo haya cometido también. Lo único en lo que debe cavilarse aquí es que el Demonio nunca pudo predominar sobre la religión y creencias de los Profetas, pero respecto a sus purificados cuerpos es otro asunto.

La ascendencia de Job (P) era de la siguiente forma: Job Ibn Amûs, Ibn Râzij, Ibn Rûm, Ibn ‘Aîs, Ibn Ishâq, Ibn Ibrâhîm (P) y su madre era descendiente del Profeta Lot (P). El lugar exacto donde vivió fue un pueblo en una región de Damasco llamada “Baznat”. Era dueño de un gran rebaño y numerosos cuadrúpedos, y siempre se amparaba en Dios de los ardides del Demonio. Únicamente tres personas tuvieron fe en él, uno de ellos llamado Alîafan que era originario del Yemen, y otros dos llamados Baldad y Sâfan que eran de su mismo pueblo.

Así también Wahab en una larga narración respecto a Job (P) y su oposición al Demonio dice: “Gabriel es el primero en los Cielos que recibe las palabras Divinas respecto a las veneraciones de Sus buenos siervos, y cuando la noticia se difunde entre los demás ángeles Divinos, todos éstos mandan saludos al siervo benévolo. En un principio el Demonio también se enteraba de lo que sucedía en los Cielos, hasta el día en que Jesús el Profeta (P) subió a éstos, a partir de lo cual le fue negada al Demonio la entrada y ya no podía enterarse de lo que sucedía en el cuarto Cielo en adelante. Cuando Muhammad (BPD) fue nombrado Mensajero de Dios, le fueron cerradas al Demonio y a su ejército todas las puertas de los Cielos. El único camino que les quedó fue escuchar en secreto y entonces se veían atacados por tiros de fuego “Pero excepcionalmente hay quienes se introducen a escondidas para escuchar y es perseguido por una estrella fugaz visible” (15:18).

En la época de Job (P), como consecuencia de su vasto agradecimiento, los ángeles constantemente le remitían saludos. Esta es la causa por la cuál el Demonio sintió envidia y enemistad hacia él, al grado que decidió hacerlo sufrir para que, según él, Job (P) abriera la boca para quejarse y desagradecer a Dios.

En un principio, el Demonio acompañado de sus ejércitos, destruyó a todos los cuadrúpedos de Job (P), pero la respuesta del Enviado de Dios fue sorprendente. Él dijo: “¡Estos animales me habían sido prestados y hacía mucho tiempo que sabía que tanto yo como mis pertenencias nos encontramos rumbo a la quiebra!” El Demonio para incitar los sentimientos de Job (P) manifestó: “Algunos piensan que tus ruegos son para disimular y engañar, y si Dios te hubiese ayudado, nunca hubiese permitido que tus bienes y riquezas fuesen hurtados ni tus campos quemados”. Pero Job (P) pacientemente respondió: “De cualquier forma agradezco a Dios, un día vine a este mundo desnudo y un día seré puesto dentro de la tierra desnudo, y por último me presentaré al Juicio Final desnudo”. Las conspiraciones del Demonio se desvanecían una tras otra hasta que decidió dar un golpe final a Job (P). Él buscaba destruir a los hijos del Enviado de Dios para que tal vez así dar fin a la paciencia de Job (P). Hasta que un día llevó a cabo su acto diabólico y derrumbó la casa sobre los hijos de éste. Poco después Job (P) recibió la noticia de la trágica muerte de sus hijos. El Demonio se presentó ante él como el maestro de sus hijos y dijo: “Sus cerebros fueron triturados, salía sangre de sus narices, sus vientres reventaron y todos los intestinos y demás salieron”.

Al escuchar Job (P) esta noticia, tomó un puño de tierra y la echó sobre su cabeza pero cuando sosegó su angustia y aflicción, pidió la remisión de Dios. El Demonio que se había quedado boquiabierto solicitó a Dios que le permitiese predominar sobre el cuerpo de Su Enviado y contagiarlo de una enfermedad incurable. Dicen que aparecieron aftas en todo su cuerpo y Job (P) para calmar la picazón que le ocasionaban éstas se rascaba con piedras y pedazos de carbón, al grado que la carne llegaba a colgar de su cuerpo, y cuando esto sucedía, se esparcía en el ambiente un mal olor. Por gracia de Dios durante todo este tiempo su corazón, su lengua e inteligencia nunca dejaron de funcionar en forma normal. La gente de su pueblo lo había abandonado en un establo fuera de la ciudad y la única persona que iba a verlo y le llevaba comida, era su esposa Rahmat. Sus pocos amigos se mofaban de él y Job (P) en muchas ocasiones les advirtió: “Vuestras burlas para mí son más dolorosas que esta enfermedad”. Las dificultades día a día se volvían más y más pesadas para Job (P) hasta el día en que dijo a Dios: “¡Dios mío! ¿Para qué me creaste? ¡Ojalá supiese cuál fue mi falta! ¡Ojalá me muriese y me uniese a mis padres! ¡No hay cosa más bella para mí en estos momentos que la muerte! ¿Acaso no era yo el refugio de los extraños, y la tranquilidad de los necesitados y huérfanos? ¿Acaso no era yo el tutor de las ancianas y viudas? ¡Dios mío! ¡Yo soy tu siervo! Si acaso hago bien a alguien, es por Tu favor, y si hago mal a alguien, mi castigo es seguro. ¡Dios mío! He sufrido calamidades que si los montes tuviesen que soportarlas, declararían su incapacidad. ¡Dios mío! Tiemblan mis manos y mi garganta está hecha trizas, mi cabello ha caído y mi cuero cabelludo se ha separado como consecuencia de los fuertes rayos del sol. La sangre de mi cerebro se ha juntado en mi boca y mi lengua se ha hinchado. Mis ojos se han hundido y mis labios, colgado. ¡Dios mío! Mis intestinos están destrozados y no tienen fuerza para soportar alimento alguno. ¡Dios mío! Aquellos que un día estuvieron bajo mi protección, hoy en día por un pedazo de pan se han puesto en mi contra. Mis amigos y familiares me han olvidado y no tengo hijo alguno que pueda apoyarme. Me ha sido quitada mi majestuosidad y no tengo lengua para poder defenderme ni para presentar razón ante mi inocencia”.

Cuando terminó de hablar, apareció una nube que colocó su sombra sobre la cabeza de Job (P). Luego se dejó oír una voz que le decía: “En este momento nosotros nos hemos acercado a ti. Ahora mismo expón tu razón y motivo para hostigar a tu Creador. Debes saber que si fuese posible ponerle el freno y las riendas al león, al dragón, o a un ave quimérica, o si fuese practicable poner en una balanza al viento o a la luz, y también envolver en un paquete al sol y sellarlo, así como traer el pasado al presente, entonces sería posible hostilizar a Dios. ¿Cómo es aceptable que tú que te encuentras en el grado más ínfimo de la debilidad y fragilidad, pretendas ‘existir’ ante Dios Todopoderoso? ¿Acaso tú existías el día que fue fundado el mundo sobre sus columnas y se extendió? ¿Acaso tú ordenaste que el agua manara de la tierra y otra tanta quedase oculta en las diferentes capas de ésta? ¿Dónde te encontrabas cuando fue creado el cielo sin poseer pilares por debajo ni cuerdas que lo sostengan? ¿Tú eres el que ordena que las estrellas aparezcan en el Cielo y se presenten el día y la noche? ¿En que lugar te encontrabas cuando los mares comenzaron a agitarse y los ríos a correr sobre la tierra? ¿Acaso tu fuerza fue la que calmó a las grandes marejadas? ¿Eres tú el que abre los claustros maternos para que nazcan los niños? ¿Dónde te encontrabas el día que cayeron sobre la tierra las primeras gotas de agua, y las gigantescas montañas fueron colocadas una detrás de la otra? ¿Acaso el depósito de las aguas se encuentra en tu poder? ¿El movimiento de las pesadas nubes y el ruido de sus relámpagos está en tus manos? ¿Tienes conocimiento de las profundidades del mar y aquello que se encuentra más allá de la atmósfera? ¿Fueron tu creación los grandes témpanos y masas flotantes de hielo en los mares polares lejos del alcance del hombre, o los caminos por el cuál traspasa la luz, y la aparición del día y la noche? ¿Acaso está a tu alcance crear la inteligencia, audición y visión en los hombres? ¿Y acaso estás enterado de cómo conversan los árboles?”

Cuando Job (P) se vio tan insignificante ante la grandeza infinita de Dios ansió que la tierra se abriese y lo tragase. Él abrió su boca y atestiguó: “¡Dios mío! Toda la creación fue creada con Tú dirección. Ahora, perdóname por lo que dije”. Dios por su parte para gratificar la gran resignación de Job (P) abrió un manantial bajo sus pies, del cuál hizo fluir agua”.

Anas Ibn Mâlik narra del Enviado de Dios: “El sufrimiento y enfermedad de Job (P) duró dieciocho años, y fuera de su esposa y dos de sus amigos, todos los demás se alejaron de él”. Algunos también sostienen que la enfermedad de Job (P) duró siete años. Los cuáles los pasó en un establo fuera de la ciudad.

Dicen que cuando el Demonio se percató de que sus engaños no podían influir en Job (P), fue en busca de su esposa. Ya antes había obtenido buen resultado con este engaño, el día que sedujo a Eva. El Demonio se presentó ante Rahmat con la figura de un bello joven, y dijo a ésta que llevase un cordero a Job (P) y lo obligase a degollarlo sin pronunciar “Bismil.lahi Ar-Rahmân Ar-Rahîm” o sea, el nombre de Dios el Clemente el Misericordioso, y que sin duda se curaría. Rahmat se vio influida por el Demonio. Se presentó ante su esposo y le solicitó que sin mencionar el nombre de Dios, sacrificara al animal que le habían regalado. Job (P), que entendió que éste era un acto del Demonio, dijo enojado a su mujer: “¿Acaso todo lo que hemos perdido no era de Dios? Y ¿acaso nosotros durante setenta años no vivimos disfrutando de completa salud y gozando de bienes innumerables y juntos el uno del otro? Ahora no es justo que por siete años de dificultad demos la espalda al Sustentador. De hoy en adelante no ingeriré alimento alguno que traigas para mí, ni tampoco estoy dispuesto a volver a verte”. Y fue así como el último acompañante de Job (P) se alejó de éste. Sin embargo detrás de todo esto, se encuentra la verdadera historia de la Amabilidad y Gracia de Dios. Ya que por medio de las súplicas de Job (P) comenzó a manar agua cálida de una fuente ante él, con la cuál se lavó. Luego bebió un poco de agua de otro manantial del cual brotaba agua agradable y no transcurrido mucho tiempo, recuperó la salud y su juventud.

La historia del encuentro de Rahmat con el Demonio ha sido narrada en diferentes maneras, tal como la solicitud hecha por parte del Demonio hacia ella, para que obligara a Job (P) a prosternase ante él, o que ingiriera comida sin pronunciar el nombre de Dios.

Un grupo sostiene la idea de que Job (P) declaró “me ha llegado una gran pena” cuando el Demonio había solicitado a su esposa que obligara a Job (P) a prosternarse ante él. Otros exegetas aseguran que esta frase la pronuncio cuando sintió que un gusano anidado en su cuerpo se dirigía hacia el sistema nervioso de su cuerpo. Un grupo asegura que esta frase fue dicha respecto a los enemigos y a aquellos que se mofaban de él, y esto debe ser analizado, ya que el mismo Job (P), después de su recuperación aseguró que lo que más lo había molestado en este período era “la mofa de los enemigos”.[12]Las huellas que dejan el sufrimiento y martirio del alma son mayores a las huellas que dejan las enfermedades en el cuerpo.

En una narración está registrado: “Los destinados al Infierno, ocultan el sufrimiento de su castigo para no ser burla de los destinados al Paraíso”.

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[1] Mayma‘ul Baîân, vol.4, t.7, p.94.

[2] Mayma‘ul Baîân, vol.5, t.23, p.118.

[3]Kâfi, t.7, p.243.

[4] Kâfî, t. 8, p.119; Tanbîhatul Jawâtir, t.2, p.152.

[5] Tafsîr ul Qumî, t.2, p.239.

[6] Bihâr, t.12, p.347.

[7] ‘Ilal Ash Sharâîa‘, p.75; Al Jisâl, t.2, p.399.

[8] Anwâr Al-Tanzîl, t.2, p.34; Bihâr, t.12, p.347.

[9] Al Jisâl, t.2, p.399.

[10] Kâfî, t.2, p.343.

[11] Bihâr, t.12, p.350.

[12] ‘Arâ’is, p.96-103; Bihâr, t.12, p.372.