LA VIDA DEL PROFETA IDRÎS (ENOC)

﴿وَ اذْكُرْ فِي الْكِتابِ إِدْرِيسَ إِنَّهُ كانَ صِدِّيقاً نَبِيًّا * وَ رَفَعْناهُ مَكاناً عَلِيًّا﴾

“Y recuerda en la Escritura a Idîs. Fue veraz Profeta. Le elevamos a un lugar eminente” (19:56-57)

El difunto Tabarsî (en paz descanse) dijo: “El término Escritura en esta aleya se refiere al Sagrado Corán e Idrîs fue ancestro de Noé. Idrîs en el la Torá es citado con el nombre de Ajnûj y fue llamado así ya que se esforzaba en demasía por adquirir la sabiduría Divina. Él fue el primer hombre que escribió con pluma. También se dice que fue un experto en la costura del vestido y le interesaba mucho la astrología y las matemáticas. La interpretación de lugar eminente (makânan alîîan) en primer lugar se refiere a su alto rango por ser profeta y mensajero de Dios y en segundo, su ascensión hasta el sexto Cielo; por ello, Ibn Abbâs y Muyâhid, consideran que el Profeta Idrîs(P) ocupa la misma jerarquía que el Profeta Jesús (P). Otro grupo sostiene que entre el cuarto y quinto cielo, por orden de Dios, le fue quitada el alma”.[1]

En la obra ‘Ilal Ash Sharâîa‘, está registrada una narración de Wahab que dice: “Idrîs era un hombre que tanto su pecho como su vientre eran amplios y cuando caminaba, lo hacia con pasos cortos. Sostenía el concepto de que el cielo, la tierra y demás creaciones eran obra de un Sabio y Docto Diseñador. Entonces junto con un grupo de sus seguidores se dedicó a venerar sinceramente a Dios. Además invitaba y guiaba a la gente de su época a adorar al Creador del Universo. Entre mil de sus seguidores escogió a siete de los más sobresalientes. Este grupo, colocando sus manos sobre la tierra, tal y como era costumbre en su tribu, comenzó a implorar y suplicar a Dios. Pero sus peticiones no fueron concedidas. Entonces levantaron sus manos hacia el cielo y Dios a través de una inspiración comunicó a Idrîs que él y los creyentes en un Dios Único, supliquen en la forma que les fue indicado. Esta forma de devoción y veneración se hizo común entre la gente de la tribu de Idrîs hasta el día en que éste ascendió a los Cielos. Entonces la gente de la tribu cambió sus creencias y comenzaron a adorar cosas vanas y crearon muchas nuevas costumbres. La situación continuó así hasta el día en que llego el Profeta Noé (P)”.[2]

El Imâm Bâqir (P) en una extensa narración dice: …Al principio de la profecía de Idrîs, regía un rey opresor llamado Ibûrâsib. Un día, al hacer un recorrido, atravesó las verdes praderas de la tierra que pertenecía a un hombre creyente y piadoso que se oponía a la forma en que gobernaba el rey. El rey ordenó a sus subalternos que por cualquier medio persuadieran al hombre para que vendiera sus tierras. El creyente les contestó que su familia necesitaba más de esas tierras que el mismo rey. El rey regresó al palacio triste y enojado por no haber logrado lo que quería. Su esposa que era una mujer que pertenecía a un grupo que sostenía la idea de que aquel que no formase parte de éste era considerado un politeísta y debía ser regada su sangre ya que era impuro, le dijo al rey: “Yo, con una razón lógica le daré su merecido y a ti te haré dueño de esas verdes praderas”. Entonces la reina organizó a un grupo para que dieran la razón al rey y así fue como, sin ser culpable, fue dictada la sentencia de muerte para el hombre creyente. La Ira de Dios se encendió y por medio de una revelación hecha a Idrîs envió un mensaje al rey diciendo: “¡Como os atrevéis a matar a uno de mis creyentes y dejar desamparada a su familia!  Muy pronto Tomaré venganza de este acto y te Quitaré el poder que tienes. Destruiré tu majestuosa ciudad y tu esposa será presa de los perros salvajes hambrientos”.

Idrîs para obedecer lo ordenado por Dios se presentó ante Ibûrâsib y transmitió el mensaje que le había sido revelado. Pero ese descarriado lo amenazó de muerte y como de costumbre su esposa lo respaldó. Por otra parte un grupo que se oponía al rey se enteró de que cuarenta hombres, nombrados por el rey, andaban en busca de Idrîs para matarlo; por ello pidieron a Idrîs que en la primera oportunidad que tuviese abandonara la ciudad. El Profeta en sus plegarias pidió a Dios que le ayudase en su decisión de abandonar la ciudad con un grupo de sus leales amigos y así también le pidió que castigara a los incrédulos privándoles la lluvia –que es una de Sus bendiciones- hasta que él se lo pidiese. Dios dijo a Idrîs que en ese caso la ciudad sería desahuciada y muchos morirían. Idrîs aceptó este castigo, y con un grupo de sus compañeros marchó fuera de ésta. Buscó refugio en las montañas y cada atardecer un ángel se encargaba de llevarles alimento. Por otra parte el castigo llegó, la ciudad quedó desolada, fue muerto el rey y su esposa fue presa de los perros salvajes hambrientos. Después de un tiempo tomó el dominio en sus manos otro soberano igual de opresor que el anterior. Durante veinte años no llovió ni una gota de agua en esa región. La gente, que se encontraba en pésimas condiciones, se vio obligada a almacenar víveres y agua que conseguían en las ciudades vecinas. Poco a poco comenzaron a lamentarse, a arrepentirse y a refugiarse en los rezos y súplicas, vistieron prendas burdas, untaron barro en sus cabezas y empezaron a implorar.

Dios, por medio de una revelación, informó a Idrîs (P): “Tu gente está arrepentida, y Yo que soy Benevolente y Misericordioso los perdono, y la suspensión del castigo depende de tu petición hacia Mi”. Idrîs (P) no dio importancia a lo solicitado por su Señor. Entonces Dios ordenó al Ángel encargado que suspendiera el sustento de Idrîs (P) y sus compañeros. Durante tres días Idrîs (P) no ingirió alimento alguno y en forma de reproche dijo: “¡Oh, Dios mío! ¿Antes de quitarme la vida me Has quitado el sustento?” Y Dios le contestó: “Únicamente Te he suspendido tres días el sostén y te has vuelto un imposibilitado. ¿Como es posible que no pienses en tu gente que desde hace veinte años está sufriendo hambre y sed? Por otro lado, cuando Te pedí que te compadecieras de ellos, fuiste desagradecido, ahora que así lo quieres, ¡levántate! y al igual que ellos, ve en busca de tu alimento”.

Idrîs (P) hambriento entró a la ciudad y vio que salía humo del fogón de una de las casas. Sin perder tiempo se dirigió hacia ésta en donde encontró con una anciana que rehogaba dos panes en aceite. Se acercó a ella y le pidió que le obsequiase un pan. La anciana le dijo: “¡Oh, servidor de Dios! Después de la imploración que hizo Idrîs no me quedó nada para que pueda dárselo al mendigo. Es mejor para que consigas algo te dirijas a otra ciudad”. Idrîs (P) nuevamente insistió que le diese un trozo de pan para que por lo menos tuviese las fuerzas suficientes para ponerse de pie, a lo que la anciana le respondió: “Una porción de ese pan es de mi hijo y otra es mía Aquel de nosotros que no coma, sin duda morirá”. Idrîs (P) siguió insistiendo hasta que la anciana le dio la mitad del pan que pertenecía a su hijo. Cuando éste llegó y vio lo sucedido -por el enojo y miedo que sintió, murió. La anciana culpó a Idrîs (P) por la muerte de su hijo; entonces para calmarla le dijo: “¡No os preocupéis! Yo, con el permiso de Dios, regresaré el alma a su cuerpo”. Al ver la anciana que su hijo recobró la vida tuvo fe en el Profeta Idrîs (P), en ese momento se dirigió al centro de la ciudad y en voz alta grito: “¡Albricias! ¡Albricias! Idrîs se encuentra nuevamente entre nosotros”. Los habitantes de la ciudad lo rodearon y le contaron las dificultades que habían soportado durante veinte años; y pidieron a Idrîs que implorara a Dios que les quitara el castigo. Idrîs (P) les explicó que eso sería posible en caso de que todos los habitantes de la ciudad acompañados por el rey se presentaran ante él con las cabezas descubiertas y los pies descalzos. El rey contumaz, eligió a veinte de sus subalternos para que capturaran a Idrîs (P) y lo trajesen ante él. Idrîs (P) quedó atónito al ver la rebeldía del rey y fue por ello que les quitó la vida. Esta vez el grupo enviado por el rey fue de cincuenta que al encontrarse con los cadáveres del grupo anterior replicaron a Idrîs (P) diciéndole: “Aproximadamente veinte años atrás, como consecuencia de tus invocaciones, nos pusiste en dificultades con la Ira de Dios, y ahora te comportas así con nosotros. Dinos ¡¿que es lo que te ha sucedido?!”. Idrîs reiteró su petición y finalmente, el rey acompañado por la gente se presentó con humildad ante él (P) y le pidieron que implorara a Dios por su bendita lluvia. Idrîs(P) aceptó y no tardó mucho en que se soltara una abundante y larga lluvia acompañada de luminosos rayos y fuertes truenos que anegó toda la región y tierras cercanas a ésta de tal forma que la gente pensó que en cualquier momento serían presas de un diluvio.[3]

( Nota del Editor :  Es posible que al leer este relato, algunos piensen en qué clase de persona era Idris (P) que no le importó el clamor de su pueblo que padeció 20 años de hambre y sed, y luego le insistió a la anciana hasta que le diese la porción de comida que le correspondía a su hijo, lo cual causó el fallecimiento de éste. Sin embargo consideremos que como Profeta, Idris (P) era Infalible, y si realizó todo esto, tenía sus razones. Debemos considerar que se trataba de una época distinta, que todos conocían a Idris y su condición de Profeta, incluso luego de 20 años de ausencia suya, y en el caso del joven fallecido, él lo volvió a la vida. Quizás no se comportó con ellos con la amabilidad y dulzura que caracterizaron a nuestro amado Profeta Muhammad (BPD) y en realidad los rasgos de buen carácter de nuestro Profeta Muhammad (BPD) son incomparables. Pero sin duda que se comportó en la obediencia a Dios y tal como ellos merecían ser tratados. Y su método culminó en un buen resultado, pues condujo a su pueblo al arrepentimiento y la fe. Es importante considerar que los Infalibles aplican siempre la justicia en el camino de sus objetivos y siempre tienen una meta elevada, con la mira puesta en Dios. Y el comportamiento de Idris (P) no se aparta de esto. )

El Profeta del Islam (BPD) dijo: “Dios Todopoderoso reveló[4] a Idrîs treinta Sahîfah (cartas o libros)” y ‘Alî Ibn Abî Tâlib (P) aseguró: “Dios Todopoderoso otorgó un alto rango a Idrîs y después de su muerte lo sació con alimentos del Paraíso”.[5]

Râwandî, en la obra Qisas ul Anbîâ’ basándose en documentos fiables, narra del Imâm Bâqir (P) y él a su vez del Profeta del Islam (BPD) lo siguiente: -Dios, Bendito Sea, expulsó de la Gloria a un Ángel de alto rango y lo envió a la Tierra; éste se presentó ante Idrîs y le pidió que intercediera por él ante Dios. Idrîs ayunó durante tres días, e imploró y oró durante las noches, en la madrugada del cuarto día fueron aceptadas sus súplicas respecto al Ángel. El ángel agradecido le dijo a Idrîs que le pidiese algo. Idrîs solicitó encontrarse con el Ángel de la Muerte. Entonces se subió en las alas del ángel y entre el cuarto y quinto Cielo se encontraron con él. Idrîs al ver al Ángel de la Muerte triste y preocupado le preguntó la causa, quien le respondió: “Quedé atónito al verte; me encontraba bajo la sombra del Empíreo cuando me llegó la Orden de que te quitara la vida en este lugar”. Idrîs bajó de las alas del ángel y fue llevado a las cercanías del Reino Divino “…y recuerda en la Escritura a Idrîs. Fue veraz, profeta. Le elevamos a un lugar eminente…” (19:56-57)”.

Râwandî en su Qisas y también respaldado en documentos fiables, registra la siguiente narración de Ibn ‘Abbas: “Idrîs pasaba los días cuidando de su persona, de sus ruegos y ayunaba, y las noches las pasaba en vela y Dios le enviaba el sustento. Sus buenas obras igualaban en cantidad a los buenos actos de todos los seres existentes en esa época. El Ángel de la Muerte pidió a Dios que le permitiese ser acompañante de Idrîs. Su súplica fue aceptada, entonces pasaban –Idrîs y el Ángel de la Muerte‑ los días ayunando y las noches en custodia orando y suplicando. Cuando llegaba para Idrîs el sustento del Paraíso y éste invitaba al Ángel de la Muerte para que probase los alimentos, éste le respondía: “Yo no necesito de nutriente alguno”. En algunas ocasiones Idrîs, cuando se encontraba muy agobiado, descansaba, pero el Ángel de la Muerte no suspendía sus rezos. Un día llegaron a donde se encontraba un rebaño de ovejas y un huerto de vides del cual colgaban racimos de uvas ya maduras. Entonces el Ángel de la Muerte le dijo a Idrîs: “¿Acaso quieres comer de éste?” Idrîs respondió: “¡Me refugio en Dios, Alabado sea! ¿Como es posible que yo te ofrezco de lo que me pertenece y lo rechazas, pero tú me convidas de algo que no es tuyo? ¡Es mejor que me digas ¿quien eres?!” Cuando Idrîs se dio cuenta de que su acompañante era el Ángel de la Muerte, le pidió que lo llevase a un recorrido por los Cielos. En el momento que su petición fue aceptada y se vio entre los Cielos, solicitó al Ángel de la Muerte otra demanda, le dijo así: “He escuchado que soportar la muerte es muy difícil. Quiero que, durante unos minutos, me la muestres tal y como es”. Por orden de Dios, el alma de Idrîs se separó de su cuerpo por una hora y cuando volvió a la vida dijo al Ángel de la Muerte: “Lo que he sentido es mucho más violento que lo que había escuchado”.

Idrîs hizo una nueva petición. Él pidió al Ángel de la Muerte que le mostrase el fuego de los Infiernos. Por unos segundos se corrieron las cortinas y cuando los ojos de Idrîs divisaron las grandes llamas, cayó desvanecido sobre la tierra.

La siguiente vez Idrîs pidió al Ángel que le mostrase el Paraíso. Cuando el encargado de éste abrió las puertas del verde Jardín para él, sin demora, dijo al Ángel de la Muerte: “No estoy dispuesto a salir del Paraíso ya que Dios mismo ha dicho: Cada uno gustará la muerte…” (3:185) y yo la he experimentado hace unos minutos…’”.[6]

Mas‘ûdî registró en su obra Murûy adh Dhahab lo siguiente: “Idrîs vivió sobre la tierra durante treinta años, y otros han registrado una vida más larga”.[7]

Ibn Azîr respecto a Anûsh en su Kâmil dice: “Anûsh hijo de Sheîz después del fallecimiento de su padre tomó el gobierno en sus manos, el vivió setecientos cinco años”. Respecto a la edad de Anûsh existen diferentes opiniones que varia entre la edad arriba mencionada y la registrada por Ia‘qûbî quien dijo: “Anûsh falleció a la edad de novecientos sesenta y cinco años, en el atardecer del tercer día del mes Tashri ul Avval”.‑ Después de Anûsh el mando fue heredado por su hijo Qinân –Ia‘qubî dijo: “Qinân vivió novecientos veinte años”.‑ siguieron a Qinân, Mahlâ’il y después Îârid, quienes contaron también con larga vida. El heredero de Îârid fue Ajnûj conocido como Idrîs el Profeta. Idrîs es famoso entre los sabios griegos, bajo el nombre de “El sabio Hermes”[8]

Saiîed Ibn Tâwûs en su obra Sa‘adus Su‘ûd narra de los Libros Sagrados de Idrîs(P) lo siguiente: “Dicen que te llegó la hora de la muerte Tus lamentos se hacen más agudos y de miedo el sudor corre por tu frente, tus labios están marchitos y tu lengua tartamudea; tu saliva se ha secado; no falta mucho para que tus pupilas pierdan por completo la vista y de tu boca salga espuma. Tu cuerpo ha comenzado a temblar y el néctar de la muerte, la agonía y amargura te están presionando el cuello, ya no escuchas la voz de los que te rodean y tal y como un muerto yaces sobre la tierra frente a tu familia. Tú sirves de ejemplo para los demás. Entonces desde este momento ¡piensa en la muerte y reflexiona! Ya que un día te verás atrapado por ella. Cualquier vida, por más larga que sea, es corta y tiene un fin. Cualquiera que inicie este camino después de un tiempo deberá retornar. Entonces ¡oh, tú que vas a morir! Toma lección de la muerte, ¡oh hombre! Debes saber que la muerte es más difícil de lo que hasta hoy has experimentado y comparada con el miedo y temor del día del Juicio Final es insignificante… El libro termina describiendo el Día del Juicio Final y la otra vida de tal forma que hasta los grandes personajes al oír esta descripción se vuelven desvalidos e imponentes”.[9]

* * *

Extraído de: Historia de la Vida de los Profetas

Versión resumida de Qisasul – Anbiia

Fundación Imam Ali

Sección Española, - Beirut

Autor: Saiied Naimatul.lah Musawi Yazairi

Traducido por: Martha Golzar y

Rahmatul.lah Golzar


[1]Mayma‘ul Baîân, vol.3, t.6, p. 802.

[2]‘Ilal Ash Sharâîa‘, p. 27.

[3]Kamâl Ad Dîn, p. 127 – 133; Bihâr Al Anwâr, t.11, p. 276

[4]Al Jisâl, t.2, p. 524; Ma‘âniul Ajbâr, p. 334.

[5]Ihtiyây, p. 211

[6]Bihâr Al Anwâr, t.11, p.278, según la narración de Râwandî.

[7]Murûy Adh Dhabab, t.1, p.18.

[8]Kâmil at-Taûârîj, t.1, p. 24.

[9]Sa‘adus Su‘ûd, p. 38.