PARTE FINAL

Llegó a su fin nuestro viaje al mundo de los Profetas. Fuimos lanzados del Paraíso con la expulsión de Adán (Âdam) y con las intrigas del Demonio enviamos a su hijo al degolladero de la envidia. Escapamos con Enoc (Idrîs) de la trampa de los Azâriqah ‑grupo que sostenía la idea de que aquel que no formase parte de éste era considerado un politeísta y debía ser regada su sangre- y vimos caer sobre nuestra tierra nuevamente la lluvia, que es una misericordia de Dios, después de haber llegado a su fin la época de la incredulidad y las tinieblas, con él fuimos a la mezquita de Sahlah y pedimos por sus necesidades. Nos sentamos con Noé (Nûh) en la barca y echamos anclas en la costa de Yûdî, con él fuimos testigos del destello que despedían la existencia de los cinco inmaculados (se refiere a Muhammad –BP-, ‘Alî, Fâtimah, Hasan y Husaîn –P-). Con Heler (Hûd) escapamos del viento glacial (sarsar), y acompañados de Abul.lah Ibn Qalâbah encontramos el maravilloso palacio en los desiertos de ‘Adan, y vimos a Shadâd como en las cercanías de Irâm Dhâtul ‘Imâd se dejó escuchar un fuerte ruido por parte de Dios. Con Sale (Sâlih) fuimos testigos de cómo cortaron las patas de la camella que era una bendición de Dios y la conspiración de Anîzah con Qadâr, y observamos como las hojas de la historia nuevamente pasan y recuerdan la sedición de Qatamah. Con el Profeta Abraham (Ibrâhîm) nos sentamos en un bello jardín de flores entre las llamas de la hoguera y recitamos el sura Al Ijlâs, con él fuimos testigos del deshonor de Nemrod, el Faraón, de Judas y Bûles, y del desenmascaro del primero y segundo; atravesamos la región de los cotos (egipcios) y vimos el afán de ‘Arârah por aceptar la religión de Ibrâhîm, a pesar de que en un principio él tenía malas intenciones hacia Sara; con él observamos el mundo celestial y las maravillas de los cielos y la tierra, en la cima de varias cadenas de montañas observamos como revivieron algunas aves despedazadas y volaron hacia Ibrâhîm (P), lo vimos a él y a Ismael en el grupo de los ‘akifîn (devotos, de los que purifican la Casa de Dios) y los tâ’ifîn (y los que dieran las vueltas) de aquellos que construyeron la Casa de Dios, y con Agar (Hâyar) en busca de un poco de agua repetidas veces llegamos al espejismo, y festejamos la buena nueva del nacimiento de Isaac (Ishaq), y por la salud de su ser Ismael (Ismâ’il) ofrecimos muchos animales. Aprovechando la noche salimos con Lot (Lut) de la ciudad para protegernos de la lluvia de piedras, nosotros recibíamos los golpes sin saber de donde venían, nos atacaban por la espalda cobardemente, desde dentro de la casa y por medio de la esposa. Atravesamos con el Bicornio (Dhul Qarnaîn) el desierto de las tinieblas y con Khadir (Jidr) comenzamos la búsqueda del manantial de la vida eterna, recogimos valiosos topacios de la tierra y nos vimos atrapados por las garras de un pueblo conocido como Gog y Magog, empero nos refugiamos en Dhul Qarnaîn y en su barrera de bloques de hierro, con él fuimos al este y al oeste del mundo y nos entrevistamos con los devotos de la gente de Moisés (P), los conocimos (al ángel Rafael y al ángel que tiene la responsabilidad de soplar la trompeta) y tomamos consejos de ellos, y encontramos al líder (a ‘Alî el Amîr de los Creyentes) de la comunidad en Dhul Qarnaîn que al igual que éste soportó dos golpes en la cabeza: uno en la batalla de Jandaq y otro el sablazo que le daría Ibn Mulyam causando su martirio. Salimos de Canaán con Jacob (Îaqûb) que se encontraba en total carestía y llegamos a Egipto y pasamos por alto con José (Îûsuf) las sediciones caprichosas, del pozo a la cárcel y de ahí al puesto de estima y confiabilidad del tesorero de las tierras, encontramos la medida del rey en las alforjas de Benjamín (Binîamîn) para que llevásemos a Canaán el pacto de la amistad y acompañados del viento de Sabâ hicimos llegar a Jacob, que se encontraba en espera de su hijo, el olor de la camisa paradisíaca. Fuimos muy pacientes con Job (Aîîûb) con la aniquilación de sus bienes y la pérdida de sus queridos hijos hasta el momento en que la misericordia de Dios nuevamente otorgó dulzura a nuestros amargos paladares, y acompañados por ese paciente, tolerante y resistente, colocamos repetidas veces al Demonio en un sitio de bajeza. Acompañamos a Jetro (Shu’aîb) e invitamos a la gente de Madyan para que respetara la medida y la balanza en sus transacciones con la gente para que fuesen salvados del castigo del Día del Juicio Final. Seguimos hasta el palacio del Faraón a la agitada canasta de Moisés (Mûsâ) y después de la muerte del egipcio fuimos queridos por Shu’aîb y Safûra por su poder y honestidad, en el monte de Sinaí dimos una respuesta enamorada a la orden de fajla‘ na‘laîka; a Aarón (Hârûn) lo elegimos como ministro, y en el motín de Sâmirî elogiamos su papel importante de mantener a los Hijos de Israel unidos, y Qârûn a pesar de su ilimitable fortuna se encontraba en espera del mando de “Baîtul Qurbân” que era el lugar donde sacrificaban y ofrecían animales, empero no transcurrió mucho tiempo que el suelo se abrió y lo tragó a él y a su egoísmo; junto a Moisés y acompañados por Khadir (Jidr) atravesamos las dos grandes masas de agua y obtuvimos una gran ganancia de los secretos de la sabiduría de este encuentro, con él fuimos testigos de la aparición maravillosa de la comunidad del último Profeta (BP) y los enamorados del señor monoteísta ‘Alî (P) en lo alto del monte Tûr. Junto a Josué (Îûsha‘ Ibn Nûn) y en las contiendas con los hipócritas, hicimos prisionera a Safûrâ que se encontraba avergonzada, y con Bal‘am Bâ‘ûrâ montamos el corcel de la ignorancia y el orgullo hasta que llegamos al Wâdî Yahl. Estuvimos listos al igual que Ismâ’îl Sâdiqul Wa‘ad en sostener nuestra promesa hasta el Día del Juicio Final. Durante años estuvimos vagando por los desiertos con Elías (Ilîâs). Y observamos como Ezequiel (Dhû-l-Kifl) se enojaba únicamente por Dios. Nos arrodillamos en la sesión de sabiduría de Luqmân y nos sentamos en la barca de la fe y alzamos las velas de la esperanza en Dios. Fuimos testigos con Samuel (Ishmû’îl) de cómo fue muerto Goliat (Yâlût). Y observamos con nuestros corazones las señales del gobierno de Saúl (Tâlût) (arca de sakiînah y la calma, el Arca de la Alianza) y el aroma paradisíaco. Estuvimos ocupados en fabricar cotas con David (Dâwûd), y vimos como lo acompañaban todas las partículas de la creación en sus himnos, en sus elogios y en santificar la esencia pura de Dios. En su presencia (del octavo Imâm) nos enteramos y limpiamos el purificado rostro de David (P) de la falsa acusación respecto a la esposa de Urías. Vimos como los del pueblo de Sabat se transformaron en monos después de haber roto el acuerdo de prohibición. Observamos como Âsif Ibn Barjîâ se beneficiaba con el nombre principal de Dios, y de cómo en un abrir y cerrar de ojos trasladó el trono de la Reina de Sheba; en la mesa del Profeta Salomón (Sulaîmân) que las fronteras de su reino se extendían desde Shâmât-Siria hasta Istajr-Irán, no encontramos más que algunos panes duro, y vimos como tenía bajo su mando al viento como desfilaban un gran número de corceles ante él; con él atravesamos la tierra de las hormigas sin que éstas fuesen aplastadas por las pezuñas de los caballos de su ejército. Fuimos testigos de los innumerables favores a la tribu de Sabâ’ y como se vio ésta atrapada por un violento torrente, como consecuencia de su desobediencia hacia Dios. Tuvimos una corta audiencia con los habitantes de la tribu de Zarzâr y los de Rass, con ellos advertimos como gozando de gran estima y riqueza se vieron atacados desde el cielo y la tierra, y a la nube negra cuando echó sobre sus cabezas y rostros ardientes meteoritos. Observamos a los espías cuando perseguían a Sha‘îâ y como aserrucharon por la mitad el árbol donde se había ocultado éste. Junto a Zacarías (Zakarîâ) lloramos al escuchar la interpretación de la aleya “kahîa‘as”, y pedimos con él a Dios por el nacimiento de Juán (Îahîâ) para que la tierra y el cielo, lloraran también por él al igual que lo harían para Husaîn Ibn ‘Alî (P). Advertimos como Jesús (Îsâ) estando en la cuna defendió la jerarquía de castidad de María y a pesar de que carecía de todo lo de este mundo se consideraba el se más acaudalado de entre los hombres. Fuimos testigos de cómo Jeremías (Armîâ) estaba cercado por los pecadores de Banî Isrâ‘il, y si no hubiese sido por la carta de seguridad de Nabucodonosor, lo hubiesen asesinado al igual que hicieron con los demás habitantes de Baîtul Muqaddas. Conocimos a Ezra (‘Uzaîr) y vimos como Dios lo resucitó en el mundo. Nos sentamos en la barca con Daniel (Dânîâl) y notamos como por haber faltado el respeto a un pedazo de pan, fue el preámbulo para que las puertas del la misericordia de Dios se cerrasen para ellos. Escuchamos como Jonás (Îûnus) desde el vientre de la ballena loaba a Dios, que si no hubiese sido por su arrepentimiento sincero, hubiese permanecido encarcelados en las oscuridades del mar hasta el Día del Juicio Final, sin embargo la gente de Neînawâ festejaron su regreso. Con los hombres de la caverna Ashâb Kahf y los de la inscripción Al-Raqîm, vimos cómo fue establecido un gobierno divino en la ciudad de Afsûs, y vimos como su dormitorio después de transcurridos trescientos nueve años fue convertido en una mezquita para aquellos que viajaban a la ciudad de los puros. Conocimos a los compañeros de la trinchera Ashâb Ujdûd y vimos como quemaban a sus opositores en grandes trincheras llenas de leña cavadas por ellos y como la gente despedía aclamaciones de alegría. Percibimos la inigualable resistencia de Jorge (Yaryîs) ante los tormentos dolorosos de la edad media del rey de Shâm, vimos cómo quemaron su piel utilizando un pedazo de hierro ardiente y como arrancaron la piel de su rostro, incrustaron clavos en sus piernas y cráneo y como llenaron las heridas con plomo fundido. Vimos a Jâlid Ibn Sanân ‘Abasî que pese a que pisotearon su derecho como con en permiso de Dios trasladó a otro lugar el fuego de Hartîn. Y nos enteramos de la historia del profeta de los adoradores del fuego y del Libro de Yâmâsib, y acompañando a los devotos tales como Barsîsâ y Yarîh fuimos testigos de la prueba Divina sobre ellos, y de diversas sediciones. Dejamos atrás el intervalo vacío entre Jesús (P) y Muhammad (BPD) en el cuál aproximadamente cuatrocientos ochenta años en los cuáles no hubo Mensajero de Dios sobre la tierra, y conocimos a reyes tales como Kîs, Ardishîr, Nabucodonosor, Qubâd, Josrow, Hurmuz, y fuimos testigos de cómo un grupo continuando el camino peligroso de los Profetas anteriores que se encuentran unidos en forma de cadena, tomo la responsabilidad de la guía de los seres humanos desde la época de Jesús hijo de María (P) hasta la época del mensaje del último Profeta (BPD). Aquellos que atravesaron el sendero de los monoteístas tales como Sham‘ûn Ibn Hamûn (Simón), Makîjâ, Anshawâ, Dasîjâ, Nastrûs, Mura‘îdâ y el sacerdote Buhaîrâ. En la época en que el asombro y la perdición habían invadido el mundo, tuvimos un corto encuentro con una familia de la tribu de Himîar llamada Tubba‘, aquellos que querían que florecieran las condiciones del ser humano y vistieron la Casa de Dios Baîtul ‘Atîq colgando sobre ésta una valiosa tela se esforzaron arduamente y en el trayecto de setecientos años que duró hasta que apareció el sol de la justicia, el último Profeta (BPD) tuvieron fe en él, aceptaron su religión y organizaron las necesidades primordiales para la formación de los ansâr en Medina. Después de un tiempo el último Mensajero Divino (BPD) pudo con el ofrecimiento de sus mejores compañeros de entre los muhâyir y ansâr prosperar rápidamente en la expansión del gobierno mundial islámico, entregando para siempre a sus aptos sucesores, o sean, los Inmaculados Imâmes, el peso de las responsabilidades y promesa incesante de él, y será perfeccionado el movimiento que este gran hombre instituyó, con la llegada del último enviado Divino, (el ausente de la familia de Muhammad –BPD-) y la luz despedida de su wilâîat (liderazgo) en las almas y pensamientos del hombre.