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El Imâm Bâqir (P) transmite de ‘Alî el Amir de los Creyentes (P): “Dios envió una revelación a Sha‘îâ informándole que dentro de poco terminaría con ciento cuarenta mil infames y pecadores, así como con sesenta mil gente bienhechora de su arbitrario pueblo. Ese Profeta preguntó a Dios: “¿Qué falta cometieron los buenos?” Dios respondió a su pregunta diciendo: “Ya que ellos condescendían y frecuentaban a los otros, y nunca los miraron con censura ni reproche, tal y como Yo los hago”.[1]
Wahab Ibn Munabbih manifiesta: “En época de Sha‘îâ gobernaba a los Hijos de Israel un rey llamado Sadqîâ. En un principio ellos aceptaban la religión de un Dios Único, tenían fe y realizaban buenos actos, hasta que tergiversaron sus creencias. Dios Todopoderoso en respuesta a la desobediencia de ese pueblo, comisionó al rey de Babel para que les diera su merecido. No obstante, los Hijos de Israel levantaron sus manos para suplicar y Dios, por sus ancestros creyentes, aceptó su arrepentimiento. Por otro lado, el rey de los Banî Isrâ’îl era un hombre creyente y religioso. Dios informó a Sha‘îâ que muy pronto quitaría la vida a Sadqîâ, que lo mejor sería que escogiera a un heredero lo antes posible. Cuando Sha‘îâ comunicó el mensaje a Sadqîâ, suplicando y llorando se lamentaba el no haber podido reunir víveres para el viaje, y arrepentido pidió a Dios que retardara su muerte. El Generoso apiadándose de él permitió que viviese quince años más. Ya que él rey estaba infectado de una herida con pus en la pierna, Dios ordenó al Profeta que la curase utilizando elíxir de higo, y le asegurase que Dios terminaría con sus enemigos. A la siguiente mañana, los Hijos de Israel quedaron atónitos al encontrar a todo el ejército de Babilonia muerto en su campo. Únicamente quince hombres, entre ellos Nabucodonosor, pudieron salvar sus vidas del castigo Divino. Durante el tiempo que Sadqîâ gobernó, el pueblo de Banî Isrâ’il fue adorador de un Dios Único y obedeció a su Profeta. Sin embargo después del fallecimiento de éste comenzaron a desobedecer y corromper, y Dios les quitó la vida a todos”.[2]
El escritor de la obra Al Kâmil asegura: El Profeta Sha‘îâ (P) estaba comisionado por Dios para advertir a los de su pueblo que dejasen de pecar. Empero la gente no sólo rechazó su invitación, sino que se reveló en contra de él y trataron de matarlo. Sha‘îâ se alejo de su pueblo y se ocultó en el tronco de un árbol; pero el demonio mostró a la gente una punta del vestido que se asomaba del tronco. Ellos tomando una gran serrucho cortaron el árbol y a su Profeta Sha‘îâ por la mitad.[3]
Hasan Ibn Muhammad Nûfilî argumenta: El Imâm Ridâ (P) en una de las polémicas que sostuvo con el arzobispo mayor le preguntó: “¿Acaso sabéis que pretendía decir Sha‘îâ cuando dijo:- Es como si viera a un hombre vestido de luz y sobre una mula; y a otro sentado en un camello, con un rostro brillante como la luna?”
El arzobispo respondió negativamente y dijo: “¡Lo ignoro! Es mejor que me informes”. El Imâm indicó: “El hombre que monta la mula, se refiere a Jesús hijo de María (P) y el hombre que monta el camello, es el Enviado del Islam (BPD). ¿Acaso niegas que esto está inscrito en la Biblia?” Yâzalîq respondió una vez más negativamente: “¡No!” El Imâm respecto a Habqûq dijo lo siguiente: “Él fue un mensajero que dijo a su pueblo: -La Torá anuncia la venida de un Libro claro que bajará del Monte de Fârân[4] e iluminará a todo el mundo, y los cielos se llenarán de adoración hacia Muhammad (BPD) y su gente. El hombre que monta la mula, transitará todas las tierras y nos traerá un Libro nuevo cómo obsequio. Su llegada será después de la destrucción de Baîtul Muqaddas (la casa de Dios en Jerusalén)”.
En ese momento el Imâm dirigiéndose al Ra’sul Yâlût (rabino) que se encontraba junto al arzobispo preguntó: “¿Acaso esta noticia no está registrada en vuestro Libro?” Él contestó afirmativamente, y agregó: “Esta narración es exactamente lo dicho por Habqûq”.[5]
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Llamadas:
[1] Qisâs Râwandî, p.249; Bihâr, t.14, p.161.
[2] Bihâr, t.14, p.161.
[3] Kâmil, t.1, p.257.
[4] El Monte de Fârân que en la Súplica de Samât hace mención, es un monte que se encuentra en las afueras de La Meca a una distancia de un día de camino. Mayma‘ul Baîân, Tarihî, t,2, p.396.
[5] Tauhîd Sadûq, p.424; ‘Uîûn Ajbâr Ar Rida, t.1, p.145; Ihtiyây, p.422.