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La historia de los habitantes del pozo se encuentra registrada en el Sura Al Furqân
﴿ وَ عاداً وَ ثَمُودَ وَ أَصْحابَ الرَّسِّ وَ قُرُوناً بَيْنَ ذلِكَ كَثِيراً ﴾
“Y los ‘Âd y Zamûd y los moradores de Rass (el pozo) y muchas generaciones de entre ellos. Y a cada uno Nosotros le dimos ejemplos y a cada uno destruimos con destrucción total…” (25:38)
y en el Sura Qâf
﴿ كَذَّبَتْ قَبْلَهُمْ قَوْمُ نُوحٍ وَ أَصْحابُ الرَّسِّ وَ ثَمُودُ ﴾
“Antes de ellos el pueblo de Noé rechazó (la verdad) y (así hicieron) los moradores de Rass y Zamûd…”(50:12)
Hirawî relatada del Imâm Rida (P) quien a su vez relata del Imâm Husaîn Ibn ‘Alî (P) lo siguiente: -Tres días antes de que mi padre falleciese vino un hombre de los adinerados de Tamîm llamado ‘Amr a visitarlo y le solicitó: “Infórmanos del grupo de Rass; de la época y el lugar en que vivieron, así como el rey que los gobernaba y el profeta de su época, e instrúyenos si cayó o no sobre ellos el castigo de Dios”. Mi padre respondió: “Nadie domina como yo la interpretación del Corán, y debes saber que aquel que narre esta historia lo ha hecho documentándose en mí. Dentro de poco se lamentarán de mi ausencia, ya que en mi corazón yace un mar de sabiduría y conocimiento. Pero ¡oh, hermano de Tamîm! Escucha la historia de estos: -El pueblo de Rass adoraba a un árbol de picea (especie de pino) que lo llamaban el árbol rey. Ese árbol fue plantado por Îâfiz Ibn Nuh a las orillas del manantial llamado Rûssâb y a este grupo de gente le llaman Rass ya que enterraron vivo a su profeta dentro de un cerro de tierra.
Esto sucedió después de la venida del Profeta Salomón (P). Ese grupo estaba compuesto de doce aldeas situadas a la orilla de un caudaloso río. La aldea más grande de éstas era Isfandâr, la cuál era gobernada por un rey llamado Tarkûdh Ibn Gâbur, uno de los hijos de Nabucodonosor. En esa ciudad había un manantial rodeado por gran cantidad de árboles piceas, la gente de esa región saciaba sus necesidades con el agua de ese manantial. Ellos opinaban que el manantial de piceas era el lugar donde habitaban sus dioses, y que nadie tenía derecho, excepto ellos, de beber agua de ese manantial por lo mataban a aquél que intentase hacerlo. La gente de esa tribu satisfacía sus necesidades con el agua de los ríos producidos de ese manantial. Los habitantes de cada una de las doce aldeas se dirigían un mes específico hacia el manantial, colocaban una tela parecida al tul sobre el árbol y al pie de éste le ofrecían en sacrificio vacas y corderos. A continuación quemaban una gran cantidad de leña y cuando el humo cubría la atmósfera se prosternaban y pedían al árbol que estuviese complacido de ellos. El demonio en ese momento ayudaba a los ignorantes y hacía moverse las ramas y hojas del árbol. Precisamente en ese momento se dejaba escuchar la voz de un niño que decía: -Mis siervos, estoy complacido de vosotros, ahora estén felices y alegres-.
La gente entusiasmada comenzaba a beber y a tocar instrumentos musicales. Los no-árabes tomaron el nombre de sus meses de estas doce aldeas. En el momento que llegaba el día festivo más importante del grupo de Rass, se juntaban los viejos y jóvenes alrededor del manantial y del gran árbol, y colgaban una gran cortina de seda y brocado, sobre la cual habían dibujado caras y diferentes figuras. Ellos habían abierto sobre esta cortina doce entrada, una para cada una de las aldeas, así la gente de cada una de éstas podía ingresar por la entrada especial que le correspondía.
Doce días completos la pasaban bebiendo, animados y alborozados. Cuando la corrupción del grupo de Rass traspasó los límites, Dios les envió un profeta de los descendientes de Judas para que los dirigiese; empero sus consejos no hicieron efecto, y el pueblo de Rass incrementó sus perversiones. El Enviado de Dios desesperanzado de esa gente pidió a su Señor que le permitiese mostrar Su poder, y secara los piceas que eran el símbolo de sus ídolos.
A la siguiente mañana, la gente se enfrentó con una escena desagradable. Pasmados miraban como todos los árboles de sus aldeas estaban secos. Comenzaron los rumores hasta el grado que la gente se dividió en grupos. Un grupo sostenía: -El hombre que se presentó como el Enviado de Dios utilizó la magia para alejarlos de vuestros dioses e invitarlos a adorar a su Dios Único.
Otro grupo decía: -Vuestros dioses se irritaron por las injurias y repetidos reproches que hace ese Profeta, y de esta forma escondieron su esplendor y grandeza para que ustedes se revelen ante él-.
Los habitantes de Rass cavaron un profundo pozo y echaron vivo en éste a su Profeta. En seguida colocaron una gran piedra sobre el pozo. Durante todo el día se escuchaba desde el foso la voz del Profeta que decía: -¡Dios mío! Tu vez el lugar estrecho y las numerosas dificultades en las que me encuentro, pues ten piedad de mi desgracia y mi imposibilidad; quítame la vida lo más pronto posible.
Esa gente despreciable creía que después de matar al Enviado de Dios podría obtener la felicidad de sus dioses, y devolver a su región fertilidad y resplandor; sin embargo Dios envió una revelación a Gabriel diciendo: “Mi paciencia y tolerancia ha engañado a mis siervos; ellos suponían que al matar a Mi enviado y adorar a sus ídolos estarían a salvo de Mi Ira, empero Mi castigo caerá sobre los pecadores. ¡Juro por Mi Honor que serán castigados con una pena muy grave y sirvan de ejemplo para los demás habitantes del mundo!
Era un día festivo y la gente de Rass se encontraba tranquila divirtiéndose y adorando a sus ídolos. Repentinamente comenzó a azotar una tormenta rojiza. La gente temerosa se amparaba una en otra. En ese instante el suelo comenzó a menearse y la tierra bajo sus pies se convirtió en piedra fundida. El cielo vino en ayuda de la tierra, y una nube negra echó sobre sus cabezas y rostros ardientes meteoritos. No transcurrió mucho tiempo que toda la gente del pueblo de Rass se había convertido en plomo fundido. ¡Nos refugiamos en Dios de Su Ira y Venganza! La haûla wa lâ quwata il.labil.lahi al ‘alî-ul ‘adzîm - No hay poder ni fuerza sino en Dios, Altísimo, el Majestuoso”.[2]
En la exégesis de ‘Alî Ibn Ibrâhîm está registrado que en el pueblo de Rass los hombres practicaba la sodomía y las mujeres el lesbianismo. Y como consecuencia de esto ellas se alejaron de sus hombres siendo esta la causa por la cuál Dios los hizo el objetivo de Su castigo.[3]
Îaqub Ibn Ibrâhîm argumenta: -Un hombre preguntó al séptimo de los Inmaculado Imâmes respecto a la historia del pueblo de Rass. Este Imâm le respondió: “Dios Todopoderoso envió a dos profetas al pueblo de Rass. El primero de ellos fue Sâlih que fue elegido para dirigir a los beduinos del desierto y ovejeros, y la aleya coránica no hace referencia a este profeta. Después de él Dios envió a otro profeta acompañado de su sucesor para que dirigiese a este pueblo, sin embargo el pueblo de Rass mató a su Profeta. Ellos consideraban al mar como su dios, y un día que celebraban una fiesta en especial se prosternaron ante una gran ballena que salía del agua.
El sucesor del Profeta asesinado preguntó a la gente de Rass: “¿Si hago algo que la ballena me obedezca, estáis dispuestos a aceptar a Dios Único?- Todos ellos contestaron afirmativamente. En ese mismo instante la ballena sacó su cabeza del agua y mientras la gente se prosternaba ante ésta, el sucesor del Profeta solicitó a la ballena que en nombre de Dios viniese al lugar donde él se encontraba. No transcurrido mucho tiempo que el animal acompañado de otros peces se presentaron ante él dispuestos a obedecer sus órdenes. Empero esa gente rompiendo el pacto, nuevamente negaron al Profeta.. Dios comisionó a una tormenta para que ahogara a toda la gente de Rass y a sus ganados; entonces envió una revelación al sucesor del profeta diciendo que se dirigiese acompañado de los sobrevivientes, al pozo famoso del pueblo de Rass. Ellos encontraron ahí gran cantidad de joyas las cuáles repartieron entre sí mismos.
Es necesario saber que el pueblo que Dios presentó en el Corán como el pueblo de Rass son los mismos poseedores de grandes canales de agua y aproximadamente treinta profetas fueron enviados hacia ellos. Sin embargo todos ellos obtuvieron el martirio a través de la gente de ese pueblo. Relatan que los habitantes de Rass adoraban las cruces”.[4]
En la obra ‘Arâ’is está registrado: “El pueblo de Rass tenía un Profeta llamado Hantalat Ibn Safwân, y en las cercanías de su región había una montaña de gran altura llamada Fath, lugar donde residía una gran ave rapaz, que atrapaba a otras aves y las comía después de llevarlas a lo más alto de la montaña. En una ocasión se vio obligada a cazar a un niño y una niña a los cuales, como era su costumbre, los llevó a lo alto de la montaña. La gente de Rass pidió a Hantalah para que implorase a Dios por los niños. El Profeta en sus ruegos pidió que finiquitase la descendencia de esa ave y fuese destruía. Poco después un rayo terminó con el ave y sus descendientes… Posterior a lo sucedido la gente de Rass mató a su Profeta, y sus hogares y canales durante cien años quedaron sin habitar. Después de transcurrido ese tiempo, un grupo de los descendientes de Sâlih apareció y comenzó a ocupar esa región; más tarde la corrupción llegó a tal grado que el padre mantenía relaciones con su hija y hermana y ponía a su esposa a disposición de su hermano y vecino. ¡Y a este acto inmoral lo consideraban un acto honesto y un vínculo familiar! Los actos infames de esta gente traspasaron estos límites, al grado que los hombres dejaron a las mujeres para que éstas se dedicasen a la prostitución y ellos a la sodomía. Un demonio llamado Dilhâz aprovechando la situación, se presentó con el semblante de mujer, ante las mujeres del pueblo de Rass y les enseñó la forma de disfrutar las unas de las otras. Posterior a estos crímenes vergonzosos, Dios envió dos rayos, uno al inicio y otro al final de la noche. Después de esto ocurrió un eclipse de sol y no quedó señal alguna de ese pueblo ni de sus hogares”.[5]
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Llamadas:
[1] Rass, significa un pozo hondo y antiguo, y dicen que es el nombre del pozo que dejó la tribu de Zamûd, en el cuál echaron a su Profeta Hantalah. Algunos la llaman tribu Sahaq, ya que sus mujeres sentían inclinación hacia su mismo sexo y los hombres sentían inclinación hacia los hombres. Tafsîr Qomî, t.2, p.465; Mayma‘ul Bahraîn, t.1, p.175 y 347.
[2] ‘Ilal Ash Sharâîa‘, p.40; ‘Uîûn Ajbâr Ar Rida, t.1, p.183.
[3] Tafsîr Qumî, t.2, p. 323.
[4] Bihâr, t.14, p.153.
[5] ‘Arâ’is, p.86; Bihâr, t.14, p.155.