LA VIDA DEL PROFETA DHÛ-L KIFL

﴿ وَ إِسْماعِيلَ وَ إِدْرِيسَ وَ ذَا الْكِفْلِ كُلٌّ مِنَ الصَّابِرِينَ وَ أَدْخَلْناهُمْ فِي رَحْمَتِنا إِنَّهُمْ مِنَ الصَّالِحِينَ ﴾

“E Ismael e Idrís (Enoc) y Dhû-l-Kifl (Ezequiel): todos eran de los pacientes, Y los admitimos a Nuestra misericordia: ciertamente eran ellos de los buenos” (Al ’Anbîâ’, 21:85 y 86).

En la obra Qisas Al Anbîâ’ de Râwandî, está registrada una narración del Mensajero del Islam (BP) donde dice: “Dhû-l-Kifl era un hombre de la ciudad de Hadr Maût (que se encontraba en las costas del sur de la Península Arábiga). Su nombre verdadero era ’Awîdîâ Ibn Adîm. Cuando Eliseo (P) quiso elegir a su sucesor, puso tres condiciones para éste:

1) continuo esfuerzo durante el día,

2) estar en vela durante la noche y

3) domino sobre su ira y enojo.

Entre la gente de ese pueblo, un hombre desconocido aceptó esta obligación”.[1]

 En una ocasión Lucifer comisionó a uno de sus discípulos para que encendiese la ira de Dhû-l-Kifl. El encargado se presentó ante el Profeta de Dios y con enfadado le exigió que lo ayudase con justicia, y acusaba a alguien de haber sido injusto con él. Dhû-l-Kifl le pidió que trajese al acusado, pero se rehusó a esto y continuó gritando e inculpando. Finalmente, Dhû-l-Kifl le entregó su sello el cual debía mostrar al inculpado en señal de que debía presentarse ante el Profeta de Dios lo más pronto posible. Al día siguiente el demandante regresó nuevamente y dijo a Dhû-l-Kifl: “El acusado no dio importancia a tu sello”. En ese momento Dhû-l-Kifl calló en un profundo sueño, ya que la noche anterior la había pasado haciendo plegarias y suplicando a Dios, y ese día estuvo atendiendo los asuntos de la gente. No obstante el hombre insistía en despertarlo y hacerlo irritar de alguna forma. El Profeta de Dios, enterado de lo que sucedía, escribió una carta la cuál después de sellar debían entregar al acusado. El segundo día nuevamente vino a verlo el reclamante y le dijo: “Tampoco hizo caso a tu carta, y no acepta venir a tu presencia”.

 El hombre continuaba gritando hasta que finalmente Dhû-l-Kifl aceptó acompañarlo para ir en busca del inculpado y juzgarlo. Era un día muy caluroso, al grado que si colocaban un trozo de carne sobre una piedra, después de un tiempo se asaba. El comisionado del Demonio al observar la paciencia de Dhû-l-Kifl súbitamente se soltó de las manos del Profeta y se alejó.[2]

 ‘Abdul ‘Adzîm Hasanî argumenta: Escribí una carta al Imâm Yawâd (P) en la cual le pedía algunas explicaciones respecto a Dhû-l-Kifl. Me envió una respuesta diciendo: “Dios Todopoderoso mandó ciento veinticuatro mil Enviados a la gente. De entre ellos trescientos trece fueron Profetas (el que inspirado por Dios habla en su nombre) y dueños de religión. Dhû-l-Kifl fue uno de ellos y fue sucesor de Salomón (Sulaîmân). Él, al igual que Salomón, se sentaba en el sitial del juicio y nunca se enfadó, a excepción de que fuese por alguna causa contraria a la voluntad de Dios”.[3]

 El fallecido Tabarsî asegura: Existen diferentes opiniones respecto a Dhû-l-Kifl. Algunos sostienen que él fue uno de los siervos piadosos de Dios. Dhû-l-Kifl aceptó la responsabilidad de la profecía ante los Hijos de Israel debiendo pasar el día ayunando y la noche orando, no enfadarse por algo fuera de Dios y juzgar con la justicia y verdad. Pero él nunca llegó a obtener la jerarquía de la profecía. Un grupo también sostiene que él fue un profeta, y Dhû-l-Kifl significa “Dhû-l-Dhi‘f”, o sea, por medio de su buen comportamiento, Dios le confirió una doble recompensa.[4]

 Za‘labî manifiesta: Dhû-l-Kifl es el mismo Bashar Ibn ‘Aîûb que Dios envió después de su padre para los romanos. Bashar estimulaba a su gente para que pelease en contra de los enemigos de Dios. Sin embargo, ellos lo desobedecían y le decían: “Si pides a Dios que aleje la muerte de nosotros, te acompañaremos en este camino del Yihâd ‑lucha santa-“. Dhû-l-Kifl en una de sus súplicas solicito a Dios: “¡Dios mío! Tú bien sabes lo que los romanos me pidieron. No me castigues por carecer de la fuerza suficiente para enfrentarme a ellos”. Dios le envió una revelación diciendo: “Escuché lo que requiere tu pueblo, es por ello que les otorgaré una larga vida, y a ti te he nombrado su aval”. La demanda de los romanos fue concedida y tuvieron muchos hijos, al grado que les era imposible alimentar y vestir a todos. Los problemas para mantener y administrar sus vidas fue la causa por la cuál los romanos pidieron a Dhû-l-Kifl que Dios los regresara a una vida normal. Es por ello que se dice que una gran parte de los pobladores del mundo son romanos, ya que su generación creció demasiado. Y son llamados “romanos” ya que son descendientes de Rum Ibn ‘Aîs Ibn Ibrâhîm. Se ha relatado que Bashar Ibn ‘Aîûb o Dhû-l-Kifl, falleció a la edad de noventa y cinco años en la ciudad de Shâm (Siria).[5]

 Saîîed Ibn Tâwûs afirma: “Dios había tomado de Bashar la promesa de que nunca se enfadaría, y fue apodado Dhû-l-Kafl ya que Dios había garantizado esta disposición. Algunos afirman que él se comprometió ante uno de los Enviados a los Hijos de Israel, que nunca se irritaría. Inclusive el Demonio tampoco pudo perturbar su decisión. Es por ello que lo llaman Dhû-l-Kifl”.[6]


[1] Arâ’is Za‘labî, p.147; Bihâr, t.13, p.404.

[2] Bihâr, t.13, p.404.

[3] Ídem.

[4] Mayma‘ul Baîân, vol.4, t.7, p.94.

[5] Arâ’is Za‘labî, p.95.

[6] Sa‘adus Su‘ûd, p.241.